Capítulo 10

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Colin

07:47 de la mañana.

No he podido pegar ojo en toda la noche, esperando por alguna señal de movimiento en la habitación de Donna.

No ha habido nada. Tampoco ha vuelto a salir al balcón.

Donde sí hay ajetreo es en la planta baja. Puedo ver al señor Grant preparar el desayuno mientras que la señora Grant sale de casa, todavía en pijama, a tirar la basura del día anterior.

Llevo esperando unas horas con la idea de entrar un momento a ver a Donna, pero no podía simplemente tocar el timbre a las cinco de la mañana para hacerlo. Ahora que sus padres están despiertos, veo clara mi oportunidad.

Me arreglo como puedo la arrugada ropa que llevo desde ayer y cojo un chicle de menta de la guantera. Lo mastico, peinándome un poco.

Miro mi aspecto en el retrovisor. Tengo muy mala cara, los ojos rojos y ojeras bajo estos por la falta de sueño destacan en una piel extremadamente pálida y poco propia de mí.

Qué guapo.

Bajo del coche con las piernas agarrotadas, escupo el chicle y me doy un último vistazo en el cristal de la ventanilla.

Mi reflejo es la clara representación de alguien que lo está pasando mal y no quiero ni imaginar cómo estará Donna, siendo ella la más afectada.

Con un suspiro, cruzo la calle hasta plantarme delante de la puerta principal. Opto por golpear la madera en lugar de tocar el timbre. No tarda en abrirme la madre de Donna.

—¿Colin? ¿Qué haces aquí, cielo? —pregunta, extrañada. A pesar de ello, me da un abrazo que me hace recobrar un poco de energía.

—Hola, señora Grant —saludo con un tono de voz que transmite mi cansancio. —Esto... ¿Puedo pasar?

—Claro que sí, cariño —se hace a un lado, dejándome entrar. Avanzo hasta la cocina y allí le doy los buenos días al señor Grant.

—¡Colin! —su entusiasmo pasa a ser preocupación al reparar en mis pintas. —¿Ha pasado algo?

—Em... bueno, sí —hablo, un poco inseguro.

Ellos siempre se han portado muy bien conmigo y me han tratado como a uno más de la familia desde que era un crío, pero le he hecho daño a su hija y no sé cómo reaccionarán. No los culpo si lo hacen de mala manera, yo soy el primero que tiene ganas de darme una buena bofetada por ser tan imbécil.

—Tiene que ver con Donna —afirma su padre. Ambos me conocen lo suficiente como para saber que nada me afecta tanto como lo hace Donna, tanto en el mal como en el buen sentido. —¿Qué os ha pasado?

—Que soy un gilipollas que dejó que tres idiotas se rieran de ella y encima negó conocerla porque quería protegerla —suelto amargamente mientras me dejo caer en un taburete de la isla central, escondiendo la cara entre mis manos.

—No eres ningún gilipollas, cariño —la suave mano de la señora Grant se posa en mi hombro. El gesto me resulta muy reconfortante.

—Colin, explícate —la voz del señor Grant es amable, no hay ni rastro de rabia o reproche en su tono. —No nos creemos que hayas herido a Donna intencionalmente.

—Estaba en la feria con tres "amigos", ella se acercó para saludarme y estos empezaron a decirle cosas horribles. No fui capaz de decir nada porque si lo hacía, iban a hacerle la vida imposible a Donna y yo no podía dejar que le hiciesen daño. Qué ironía, cuando el único que le ha hecho daño he sido yo —resumo rápidamente, frustrado conmigo mismo.

Entre Libros y Apuntes [Wattys2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora