Capítulo 03

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Joder, desde que se enteró de que su gata Jodie realmente era macho, Rubén no podía dejar de pensar en que necesitaba castrarlo. Era eso o temer que Sam, el nuevo nombre masculino de Jodie, tuviese hijos con Raspy. Y no, no quería eso. Ya bastante tenía con dos gatos para preocuparse de más cachorros. Ese día se levantó muy tarde, ya que había estando hasta muy de madrugada grabando y editando su último video de Five Nigths at Freddy's. Joder, cómo lo hacía sufrir ese puto juego. Cerca de las cuatro de la tarde tomó a Sam, lo metió a su jaula de viaje y lo llevó al veterinario.

-Lo siento, Sam. Adiós a tu masculinidad, pero es lo mejor para todos -dijo Rubén a su gato a través de la rejilla. Tomó la jaula y salió. En el camino se encontró con algunas fans, aunque menos de las que esperaba. Estupendo.

Llegó a la clínica veterinaria y entregó al pobre de Sam para que lo castrasen. Su gato lo miró con algo de miedo antes de desaparecer tras la puerta del quirófano.

-No te preocupes, chico. En menos de una hora tendrás a tu gato otra vez, y te aseguro que no sufrirá nada -le dijo la chica que estaba tras el mostrador. Rubén asintió con la cabeza y fue a sentarse a la sala de espera.

Podría salir a dar un paseo, pero se encontraría con más fans, y la verdad estaba algo cansado. Sacó su móvil, se puso a jugar y a conversar por whatsapp con sus amigos. Como había dicho la recepcionista, en poco más de una hora le devolvieron a Sam. El gato se veía algo agotado y un poco perdido debido a la anestesia. Rubén pagó por la operación y salió de la clínica.

Se dirigió rápidamente a su edificio, ignorando a cualquier persona que lo llamara por su nombre. Quería que Sam estuviese descansando en su propia cama, y no podía perder tiempo. Tardó menos de quince minutos en llegar por fin a su edificio. Entró y el ascensor estaba cerrando. Corrió para detenerlo, y alcanzó a apretar el botón antes de que cerrara completamente. El ascensor abrió sus puertas y dentro de él había un par de personas más. Una de ellas, era la chica del velo. Rubén se sorprendió un poco al verla, pero se sobrepuso inmediatamente, entró y marcó su piso.

En el número cuatro se bajó una persona y dentro del ascensor solo quedaron Rubén y la chica del velo. Ella parecía ignorarlo, dándole la espalda notoriamente. Rubén tenía ganas de hablarle, preguntarle quizás cómo se llamaba o algo así. Pero a pesar de su fama y sus vídeos, en la vida real Rubén era muy tímido, y no se atrevió a dirigirle palabra a esa chica.

El ascensor siguio subiendo hasta que de pronto dio una sacudida, las luces parpadearon y no se movió más.

-Mierda, se ha quedado trabado otra vez -dijo Rubén.

La chica con velo se apoyó en la pared con las manos empuñadas y la respiración agitada. Miró a Rubén con pánico y lágrimas en los ojos.

-No puede ser, no puede ser, no puede ser -repetía la chica.

-¿Qué, qué te pasa? -preguntó Rubén.

-Soy claustrofóbica -respondió la chica a punto de llorar.

Rubén apretó el botón de ayuda. Una voz se oyó en el ascensor.

-No os preocupéis, ya estamos arreglando el problema. Serán solo unos minutos -dijo la voz.

La chica del velo se tapó la cara con las manos, seguía respirando como si estuviera en una maratón, además sudaba y temblaba. Rubén se mordió el labio, no podía dejarla así. Dejó la jaula de Sam en el suelo, se acercó a la chica y con cuidado le dio golpesitos confortantes en el hombro.

-Ya, no te preocupes. Saldremos muy pronto -dijo Rubén

La chica sacó las manos de su rostro y asintió con la cabeza. Seguía temblando y sus manos estaban empuñadas. Rubén le tomó las manos para que las relajara. La chica estaba fría y temblorosa. Tenía que distraerla de algún modo.

La vecina del Rubius [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora