Capítulo 21

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Rubén estuvo las dos últimas semanas pensando si ir o no al concurso de Yair y Amira. La noticia del embarazo de la chica realmente le había afectado. Finalmente decidió ir, solo para despedirse definitivamente de Amira. Si ella iba a tener un hijo, él prefería alejarse para siempre. Le dolía, pero era lo mejor para ambos. Lo mejor para él, sobre todo.

El día del concurso Rubén llegó temprano al teatro, y se sentó por la última fila de asientos. A los pocos minutos llegaron los padres y hermanos de Amira, quienes pasaron muy cerca suyo, pero sin verlo, y se sentaron más adelante. Nuevamente, no había ni rastro de Eleazar.

"Ese gilipollas no merece ser esposo de Amira" pensó Rubén apretando los puños. Pero no sacaba nada haciendo eso, así que se relajó.

Media hora más tarde, la final dio incio. Tocaron un par de chicos, a los que Rubén no les prestó mayor atención. El tercer concursante era Yair, acompañado de Amira. Ambos aparecieron por el escenario. El vestido de la chica dejaba notar cómo ya tenía un poco abultado el vientre. Era una imagen hermosa a la vez que dolorosa.

Amira comenzó a tocar e inmediatamente después Yair la acompañaba con el violín. A Rubén le pareció una melodía triste, aunque quizás era su estado de ánimo el que lo hacia sentir como si cada nota le desgarrara el corazón.

Casi en la mitad de la canción, un hombre pasó junto a Rubén. Eleazar había llegado. Rubén frunció el ceño. Si tan solo ese hombre no se hubiese cruzado en el camino de Amira, si tan solo no estuviesen casados, si tan solo ella no fuera tan devota de un marido que no la merecía... La melodía se hizo más rápida, casi alegre.

Rubén se imaginó a sí mismo tomando a Amira de la mano y escapando junto a ella... abrazándola... besándola... siendo felices. Pero no. Mierda, Rubius, no debes hacer eso, porque duele más volver a la jodida realidad. La canción terminó y todos aplaudieron de pie. Luego siguieron el otro par de concursantes que quedaban y terminó.

Rubén salió rápidamente al hall del teatro, donde se encontrarían nuevamente los músicos con sus familias. A loa pocos minutos vio a Amira y a Yair dirigirse a su familia, que ya estaban esperándolos. Eleazar abrazó a Amira y la miró con ternura. Eso fue un golpe duro para Rubén. Quizás era mejor irse sin que nadie se diera cuenta.

Rubén se dio la media vuelta y comenzó a caminar, hasta que una mano delicada le tocó el hombro.

—¿En serio piensas irte sin saludarme? —dijo Amira a sus espaldas. Rubén sonrió y se giró para quedar frente a ella.

—No creí que me hubieses visto —respondió el chico.

Amira lo abrazó.

—Estoy muy contenta de que hayas venido. De verdad. Me hace feliz que seas mi amigo.

Rubén le devolvió el abrazo con una sonrisa triste. Su amigo. Nada más.

—¿Qué haces, Amira? —dijo Eleazar, que se había puesto junto a su esposa.

—Saludando a Rubén —respondió la chica soltándolo.

—Esa no es manera, Amira —la reprendió Eleazar. Amira bajó la cabeza y asintió.

—Ey, pero ella no hacía nada malo —dijo Rubén con el ceño fruncido.

—Nadie te preguntó, chico —dijo Eleazar. Inmediatamente tomó a Amira de un brazo y se la llevó.

—No deberías tratar así a tu esposa —comentó Rubén en voz alta. Eleazar soltó a Amira y volvió a colocarse frente a Rubén.

—Mira, niñato, tú lo dijiste, es mi esposa. Aléjate de ella ¿O es que acaso crees que no me doy cuenta que me la quieres quitar?

—Pues si tienes miedo, es porque yo la trato mejor que tú, gilipollas —respondió Rubén acercándose más a Eleazar.

—Ya basta. Eleazar, vámonos —dijo Amira colocándose junto a ellos.

—¿Y defiendes al niñato, Amira? ¿Y no a tu esposo? —dijo Eleazar. Luego se dirigió a Rubén— Hagas lo que hagas, no te permitiré que me quites a mi esposa.

Eleazar empujó a Rubén, y éste le devolvió el empujón. Eleazar tomó a Rubén del cuello de la camiseta.

—No permitiré que veas nunca más a Amira. Si es necesario, la encerraré dentro de casa, pero a ti no te verá jamás.

—Maldito gilipollas, no te la mereces —dijo Rubén golpeando a Eleazar en el pecho.

—¡Ya basta, Rubén! ¡Deténganse los dos, por el amor de Dios! —dijo Amira tomando a su esposo del brazo y ayudándolo a incorporarse.

—Eres un gilipollas, y ¿sabes? Aún así Amira te defiende, te quiere, y es la persona más fiel que he conocido en mi puta vida. Y no la entiendo, de verdad. Pero allá ella. Si eres feliz con este hombre, Amira, no puedo hacer nada —dijo Rubén.

Inmediatamente después se dio la media vuelta y salió del teatro sin mirar atrás.

La vecina del Rubius [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora