Capítulo 12

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Estaba decidido. A penas llegara a su apartamento hablaría con Amira. Rubén se bajó del taxi, bajó su maleta y entró a su edificio. Mientras subía en el ascensor, respiró hondo varias veces para calmar su ansiedad. Cuando estuvo frente a su apartamento, sacó las llaves y abrió la puerta. Al entrar, le llegó el eco de unas risas que él conocía. Amira estaba en su casa. Rubén avanzó a la sala y se encontró con que su vecina estaba acompañada. Junto a Amira había otra chica muy parecida a ella, pero con los ojos castaños y sin velo.

Amira miró a Rubén y sonrió ampliamente. Se puso de pie y fue a abrazarlo.

—¡Shalom, Rubius! Me alegra que hayas llegado bien.

—Hola, Amira. Me alegro mucho de verte —respondió Rubén abrazándola de vuelta. Era tan agradable estar así con ella.

—Oh, lo siento. Ella es Hadassa, mi hermana —dijo Amira separándose de Rubén.

—Shalom. Un gusto en conocerte —dijo Hadassa con una sonrisa.

—Raspy y Sam están muy bien —dijo Amira— también ordenamos y limpiamos un poco, para que tuvieses un regreso sin preocupaciones.

—Muchas gracias. A ambas. Sois unas delicias de persona —sonrió Rubén, provocando que las hermanas se miraran y rieran.

—Bueno, debemos irnos —comentó Hadassa— ya nos veremos en otra ocasión, Rubius.

La chica se dirigió a la puerta seguida por su hermana y por Rubén.

—Shalom —dijo Hadassa con una pequeña inclinación y saliendo por la puerta.

—Oye, Amira, espera... Yo... Quería saber... —comenzó a decir Rubén, pero estaba tan nervioso que las palabras no querían salir de su boca.

—¿Qué cosa? —preguntó Amira alzando una ceja.

—Pues... ¿Por qué tu hermana no usa velo? —fue lo primero que se le vino a la mente. Ese no era el momento ni lugar para decirle a Amira lo que sentía.

—Pues porque ella no... —pero Amira no pudo terminar la frase, ya que Hadassa le gritó que se apresurase— lo siento, Rubius. Otro día hablaremos. ¡Shalom!

—Adiós.

Amira se perdió escaleras arriba. Sí, pensó Ruben, otro día hablaremos. Mañana, para ser precisos.

Al día siguiente, que era sábado, Rubén se duchó, se vistió con la mejor ropa que tenía, se peinó sus pelos rebeldes y se echó un poco de colonia. Ese día estaba decidido a invitar a Amira a almorzar, con la excusa de agradecerle todo y aprovecharía de decirle lo que sentía por ella. Salió de su apartamento y subió el par de pisos que lo separaban del apartamento de Amira. Llegó frente a la puerta e inspiró hondo. Ya era el momento. Tocó el timbre y esperó algunos segundos, pero al abrirse la puerta, se encontró con una pequeña sorpresa.

—Shalom. ¿Te puedo ayudar en algo? —dijo un joven que parecía tener su misma edad. Tenía el pelo oscuro, los ojos negros y una barba corta y ordenada.

—Sí... Ehm... Soy Rubén, vivo un par de pisos más abajo. Estoy buscando a Amira.

El chico lo miró y alzó una ceja antes de contestar.

—¿Qué quieres de mi esposa?

Rubén abrió mucho los ojos al escuchar la última palabra. ¿Esposa? No. Debió haber escuchado mal.

—¿Quién es, Eleazar? —dijo Amira desde dentro.

—Alguien que te busca —respondió el aludido con voz seca. A los pocos segundos Amira también se asomó por la puerta.

—¡Rubén! ¿Qué haces por aquí? —dijo la chica sonriendo.

—Yo, pues...

—Ah, lo siento. Eleazar, él es nuestro vecino al que le cuidé sus gatos. Rubén, él es Eleazar, mi marido.

Eleazar estiró su mano y Rubén le dio un apretón amistoso.

—Yo vine a... Agradecerte nuevamente, Amira. Mi casa estaba muy limpia. No debiste molestarte —dijo Rubén.

—Oh, no te preocupes —dijo la chica sonriendo, mientras Eleazar la miraba con reproche.

—Bueno yo... debo irme. Adiós.

—Shalom —dijeron Amira y Eleazar al tiempo. Rubén se dio media vuelta y bajó los escalones sin mirar atrás.

La vecina del Rubius [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora