Capítulo 23

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—Familiares de Aleph Amira Sunyer? —preguntó la secretaria en voz alta.

—Yo... soy... yo vine con ella —respondió Rubén poniéndose de pie. Hacía más de una hora que habían ingresado a Amira, y no sabía nada de la chica.

—El médico vendrá inmediatamente, joven —dijo la secretaria y en efecto, en menos de un minuto el doctor estaba acercándose a Rubén.

—Buenas tardes, soy el doctor Riquelme —dijo dándole un apretón a Rubén— La chica, Amira, ¿es familiar tuyo?

—... Algo... algo así —Rubén no sabía qué decir.

—Debo darle el diagnóstico de Amira solo a algún familiar o cercano... ¿Tú eres el padre de su hijo? —preguntó el doctor con suspicacia. Rubén abrió mucho los ojos. Si quería saber cómo estaba Amira, debía mentir un poco.

—Sí... yo... yo soy. Me llamo Rubén —respondió no muy convencido.

El doctor colocó su mano sobre el hombro del chico.

—Rubén, Amira está fuera de peligro, logramos estabilizarla... pero lamentablemente no pudimos hacer nada por el bebé. Tuvo un aborto espontáneo. Es muy común en los primeros embarazos, pero igualmente le haremos algunas pruebas. Lo siento mucho.

Rubén asintió tristemente con la cabeza.

—¿Puedo ver a Amira?

—Claro. Necesitará estar contigo —respondió el doctor, y lo guió por un blanco pasillo lleno de puertas, hasta la habitación 23. El doctor abrió la puerta, lo dejó pasar y se fue.

Sentada en la cama, mirando hacia su derecha, estaba Amira. Rubén se sorprendió un poco, pues la chica no tenía puesto su velo. Por primera vez, Rubén vio su cabello negro, amarrado en una trenza que le caía sobre el hombro izquierdo. Era una imagen preciosa y triste a la vez. El chico se acercó hasta llegar junto a ella. No sabía qué decirle, pero fue ella quien rompió el silencio primero.

—Hay una vista muy linda, ¿no crees? —dijo Amira. Rubén vió en la dirección que ella estaba mirando. Por la ventana se veía un pequeño jardín con muchos árboles y flores.

—Sí, es muy bella —respondió Rubén.

—Gracias por traerme —dijo Amira bajando la mirada.

—No te preocupes —dijo Rubén sonriendo. Amira intentó devolverle la sonrisa, pero no pudo.

Rubén se sentó en el borde de la cama. Se sentía fatal. Quizás si no hubiese ignorado la primera llamada, Amira no habría perdido a su hijo. Quizás era su culpa...

—Amira... siento haberme demorado al contestarte —dijo el chico con un nudo en la garganta. Amira le tomó la mano.

—Rubén, no te preocupes. Perdóname por haberte molestado, pero no tenía a quién más recurrir.

—No me pidas perdón, Amira, sabes que estoy para cualquier cosa.

—Estoy... muy... contenta de que estés conmigo —dijo Amira mirando a Rubén a los ojos. Estuvieron unos segundos en silencio, pero Rubén bajó la mirada.

—Pero si te hubiese traído antes, quizás las cosas habrían sido diferentes —insistióel chico.

—No... ya en casa no había nada que hacer... ya no había vuelta atrás —respondió Amira con tristeza.

—¿Quieres que llame a tu familia? —preguntó Rubén.

Amira negó con la cabeza. En ese instante, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos. Ya no podía seguir estoica. Al oír "familia", todo el peso de su pérdida se volcó sobre ella. Se tapó la cara con las manos y dejó que su tristeza se expresase libremente.

Rubén abrazó a Amira por los hombros y le acarició el cabello. Le partía el corazón verla llorar, y tuvo que usar de toda su voluntad para no llorar junto a ella. Tenía que ser fuerte, para que la chica pudiera tener en él un apoyo. Amira abrazó a Rubén de vuelta, apoyó su cabeza en el pecho del chico y lloró por su hijo perdido.

La vecina del Rubius [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora