08. Putas fotos... no. Putas personas.

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08. Putas fotos... no. Putas personas.

Blair.

25 de abril, 2017.

Odio ésta parte de mi vida. La detesto.

Todo estaba bien.

Llegamos anoche a Estados Unidos.

Hoy salimos a comer. Tuvimos un descanso, y fui a la playa.

Tuve ganas de tomarme fotos, ¿qué hice? Me tomé fotos. Me gustaron mis fotos, ¿qué otra cosa hice? Las publiqué.

Y ahí volvemos al «todo estaba bien». Todo estaba bien hasta que, horas después, decidí querer interactuar con mis seguidores, y vi los comentarios:

«Este tipo de cosas solo aumenta las inseguridades de los demás, que egoísta eres al publicar esto».

«Normalicen tener cuerpos normales. Esto es puro Photoshop».

«POR ESO HAY TANTA GENTE CON BAJA AUTOESTIMA».

Y más de ése tipo.

Realmente me sentí mal, pero más que tristeza era rabia. Rabia porque las personas quieran reflejar sus problemas en mí.

Rabia porque nadie puede ver que una persona se sienta bien consigo mismo sin querer bajarlo.

Y lo que más me molesta es que atacan mi cuerpo por no ser "normal". Que perdonen mi maldita existencia por ser de complexión delgada entonces.

Doy vueltas por la habitación, andando de un lado a otro. Por más que lo intento no puedo evitar que los ojos se me llenen de lágrimas, cuales quito con molestias antes de que caigan.

Doy profundas respiraciones mientras cierro los ojos.

—No le des importancia, Blair—murmuro por lo bajo—. No le des importancia.

Salgo de la habitación, dispuesta a tomar aire y relajarme. Esto es algo que se ve todo los días en el medio, pero que sea algo "normal" no quiere decir que sea menos dañino.

Muchas veces tengo días de mierda en el que los comentarios negativos me duelen de una forma muy jodida, pero tengo la suerte de que dichos días se presenten de forma esporádica.

Me apena muchísimo por las personas que sufren más por éste tipo de acciones, porque no voy a minimizar mis problemas, pero soy consciente que hay quienes sufren un odio constante que debe devastarlos, y eso no hace lo mío menos válido, pero sí me hace ser agradecida por la posición en la que me encuentro.

Porque eso es otro punto; ponerse en los zapatos de los demás no se trata de quitarle peso a los problemas propios, sino de ser capaz de sumergirse en el océano emocional de otro, sin ahogarse en él; el obstáculo es que somos muy pocos los que sabemos nadar.


El balcón al que llego después de varios minutos de caminata solo está habitado por Braxton, quien bota humo de la boca mientras se voltea de reojo a verme.

Una canción por cada corazón roto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora