26. I let you go.

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26. I let you go.

Braxton

09 de octubre, 2017.

Ante el más mínimo problema me escribes, iré con los chicos y te sacaremos de ahí.

Rio mientras avanzo por el pequeño y disimulado café.

—Hombre, relájate.

»Dejé a mis locos afuera, por lo que si surgiera la necesidad de sacarme de aquí, ni siquiera tendrías que venir Thomas.

Murmura algo del otro lado de la línea, y después de asegurarle que de verdad estaré bien, cuelga.

El lugar es pequeño y hay muy pocos clientes, lo que me facilita encontrarla en una esquina del lugar.

Respiro con profundidad, ahora siendo yo quien necesita relajarse, mientras me acerco a paso lento a la mujer que me es incómodamente conocida.

Me detengo por unos segundos, cuestionándome irme de aquí.

Es bastante fácil decir que quería verla y no sé que más, pero teniéndola a unos pocos metros, no me siento preparado.

No sé cómo va a resultar esto.

Vuelvo a respirar con profundidad, buscando calma. Me animo a mí mismo—: Vamos, Braxton—murmuro en voz baja antes de reanudar el paso.

Paro al llegar a donde se encuentra, y siento que hay un efecto de cámara lenta cuando levanta el rostro, observándome.

Jadea y sus ojos se cristalizan.

Me incomoda el contacto, y me lenguaje corporal grita ése hecho.

Niega levemente y me da una sonrisa temblorosa que correspondo con lo que estoy seguro parece más una mueca.

—¿Puedo sentarme?

—Sí, sí, lo siento, adelante—habla de manera atropellada mientras se endereza en su silla.

Tomo asiento frente a ella.

Sus manos tiemblan y las lleva bajo la mesa. Evita mi mirada, concentrándose en cualquier espacio del lugar, menos en mí.

Se ve bien; y eso me hace tranquilizarme porque no sabía si podría soportar otra decepción, una donde fingía su mejora y solo me buscaba por interés.

Su piel pálida se ve saludable, su cabello cuidado y los ojos idénticos a los míos no parecen apagados.

Y me alegra, porque no es mi persona favorita, ni lo será jamás, pero nunca quise ni querré que le vaya mal en la vida.

Carraspeo.

—Y, ¿cómo estás?—la pregunta sale expulsada antes de poder detenerla. Esto es incomodo y no disfruto las conversaciones forzadas, pero no vinimos a quedarnos en silencio.

—Estoy bien, mm, ¿y tú?—niega—, no, te ves bien, y me alegro, eso es bueno—balbucea de manera extraña y puedo ser maldito admitiendo que su nerviosismo hace que el mío se apague.

Una canción por cada corazón roto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora