09. Tú pierdes, yo gano.

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09. Tú pierdes, yo gano.

27 de abril, 2017.

Braxton

—Elena sigue insistiendo—cuenta.

Suspiro frustrado—. Estoy cansado de esto.

—Brax, sabes que te apoyo en tus decisiones—dice—, pero ¿estás seguro de que no quieres hablar con ella?

No respondo, sino que resoplo poniéndome de pie. Me adentro a la casa y avanzo hasta llegar a la cocina.

Me apoyo contra la pared y suspiro con profundidad.

El tema de Elena es algo que siempre me va a molestar y a doler, mucho. Y no solo por el mal que me hizo anteriormente –y cual no quiero ni pensar puede volver a hacerme–, sino por todo lo que conlleva empezar de cero con una persona que nos hizo tanto daño, incluyéndose a sí misma.

Pero eso no es lo que me molesta, lo que de verdad me jode es que, a pesar de todo, una parte de mí sigue deseando con fuerza que todo sea como antes.

Quiero creer que cambio, y quiero creer que en algún momento podré hablar con ella. Podré darle la cara. Pero ese momento no es hoy. Y dudo que lo sea a futuro.

Luego de varios minutos, en lo que me encuentro más relajado, me dispongo a volver a donde se encuentra papá, pero antes me acerco al pequeño refrigerador y saco dos cervezas.

Me tiro a su lado. Le proporciono una de las dos latas que tomé.

Estamos en el balcón de mi habitación de hotel. Ninguno tiene camiseta, solo unos pantalones de pijama.

Thomas y yo somos ésa clase de padre e hijo que si llegas a ver te cuestionarías varias veces si ser madrastra o nuera. Y no es por presumir, pero nuestros genes son una maldita obra de arte.

Bueno, sí presumo.

Él tiene tatuajes también, solo en su torso y espalda, lo que hace que no sean visibles a menos que esté sin camiseta.

No tiene los abdominales más marcados del mundo, pero sí están ahí por el tiempo que le invierte al gimnasio.

Los ojos verdes son como una maldita y genial laguna. Y el cabello castaño que no tiene ni una puta cana a pesar de que tiene cuarenta.

—Papá.

—¿Sí?

—¿Qué piensas de tener a Blair de nuera?—pregunto con una sonrisa que tapo llevándome la lata a la boca.

Se queda en silencio varios segundos. —Blair es una muy buena chica, por lo que no me...—se detiene de manera repentina y voltea a verme sorprendido.

—¿Qué?—pregunto cuando solo me mira con fijeza.

—¿Hiciste un amarre?—pregunta de repente—. Eres mi hijo y te tengo aprecio, pero no apoyo la brujería, Braxton.

Me volteo a verlo, completamente ofendido.

—¿Por qué rayos haría un amarre?

Una canción por cada corazón roto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora