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Natalia estaba nerviosa. No quería admitirlo, pero lo estaba y mucho. Porque de todas las personas que había conocido por Tinder en el mes que llevaba usando la aplicación, Julia era la única que había conseguido tenerla pendiente del próximo mensaje y hacerle asomar una sonrisa involuntaria cuando este efectivamente llegaba.

Y estaba a poco menos de una hora de conocerla, de ver cómo pasaban de las pantallas a la vida real. Se moría de ganas. Y, sí, de nervios.

- Vas guapísima, Nat - le aseguró Ici, su compañera de piso y amiga de toda la vida.

- ¿Sí? ¿Voy bien así? - se alisó la camisa-. ¿Qué chaqueta me llevo?

- Esta - le alcanzó Ici la prenda elegida y aprovechó para besar su mejilla con cariño-. Va a ir bien.

- Eso espero. Me gusta mucho, tía.

- Normal. ¿A quién no? Esa chica es preciosa.

- Guapísima. Y además maja, inteligente, normal...

- Pues no la dejes escapar, que las personas normales en Tinder no abundan - apuntó Iciar, acordándose de su propia experiencia.

- Intentaré no hacerlo. ¿Tú crees que puedo aguantarme la intensidad toda la primera cita?

- No, no puedes - aseguró-. Y no debes. Déjate llevar, Nat, es una cita de Tinder. No te vas a casar con ella, si se asusta es que no era para ti.

- Pero es que me gusta mucho mucho, Ici - insistió.

- Pues entonces lo mejor que puedes hacer es relajarte, disfrutar, ser tú misma... E ir saliendo, que al final llegarás tarde - la apremió, tras mirar la hora.

- Tienes razón, salgo ya. Deséame suerte.

- Suerte, Natinat - le guiñó un ojo y le palmeó el culo para que anduviera hacia la puerta.

Natalia llegó primero al bar acordado y cogió sitio en una mesita de la terraza que aún gozaba de los últimos rayos de sol de la tarde.

Por su posición privilegiada, vio llegar a Julia desde lejos y pudo disfrutar de esos segundos de espía antes de que su cita la localizara a ella. Tragó saliva y frenó el movimiento que su rodilla derecha había iniciado sin su permiso. Estaba realmente nerviosa.

Julia clavó su mirada en ella y Natalia la saludó con la mano. Unos segundos después, la recién llegada ya se estaba lanzando a darle dos besos sonoros en ambas mejillas, exultante como estaba por conocerla.

Brindaron cuando el camarero les sirvió la cerveza y, con una risa nerviosa, la cita dio comienzo. El carácter extrovertido, abierto y bromista de Julia fue lo que más sorprendió a Natalia desde el primer momento.

No es que se esperara a una Julia borde, pero tampoco ese volcán de energía, salero y sonrisa permanente.

La actitud relajada de su cita eliminó los nervios de Natalia de un plumazo. No podía negar que se sentía a gusto y entretenida escuchando las graciosas anécdotas de Julia, que parecían hechas a medida para romper el hielo de los primeros encuentros.

También se sintió cómoda Natalia para hablar de ella, le parecía que Julia le prestaba toda su atención y siempre tenía algún comentario gracioso que aportar. En total, se tomaron dos cervezas con tapa incluida y compartieron una pizza a medias, al sorprenderles lo rápido que llegó la hora de la cena.

- Lo he pasado muy bien - reconoció Julia con una sonrisa perfecta en la cara, cuando sus caminos de vuelta a casa las separaban.

- Yo también. He estado muy a gusto. ¿Y la pizza? - puso Natalia los ojos en blanco del gusto.

Cupido | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora