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- Ya me estás contando, con pelos y señales, todo lo que acaba de pasar en este salón - exigió Ici, tomando el sitio que Alba había dejado en el sofá y palmeando el espacio a su lado, para que Natalia se sentara.

- Alba ha venido... He abierto la puerta pensando que eras tú y, no, era ella. Quería disculparse y hablar conmigo - explicó, casi para cerciorarse ella misma de que todo había ocurrido de verdad.

- ¿Y lo habéis hecho?

- ¿El qué? - frunció el ceño Natalia.

- Hablar, tía. ¿Qué va a ser?

- Sí, me ha dicho que lo que le pasa conmigo es diferente y era verdad, lo he visto en sus ojos. Y yo... Creo que lo de hacerme la dura no me ha salido muy bien - se mordió el labio.

- Ay, Nat - soltó una risita y negó con la cabeza Iciar.

- He sido muy blanda, de hecho, Ici. Pero es que... Tú no sabes la fiesta de nervios y emoción que se monta mi cuerpo cada vez que la tengo cerca.

- Madre mía, la intensidad, amiga.

- Si es que yo debería estar mínimamente enfadada - se tapó la cara con las manos, algo avergonzada.

- ¿Crees que sus disculpas son de verdad, entonces?

- Sí. Y que no quiere hacerme daño, ni jugar conmigo - puntualizó.

- ¿Y qué quiere? ¿Te lo ha dicho?

- Que la perdone, para poder acercarse a mí - reprodujo las palabras de la rubia.

- Y tú la has perdonado, ¿no?

- Al segundo - se encogió de hombros.

- Pedirte que seas un poquito más prudente es inútil... - tanteó Ici.

- No. Te juro que si veo intenciones raras me voy a apartar. Pero es que tú no le has mirado a los ojos, ni has vivido con ella lo que yo he vivido.

- Lo sé. Y a mí también me ha parecido que venía con el rabo entre las piernas y en son de paz. Créeme que si no me hubiera parecido inofensiva la habría alejado de ti arrastrándola de los pelos hasta la puerta.

- Vaya, me siento mucho más protegida sabiendo que eres mi guardaespaldas de confianza - le sonrió, acercándose para dejar un beso en su mejilla.

- Siempre, Nat - le revolvió el pelo, como si se tratara de una niña pequeña.

- Voy a esperar a que me hable ella para volver a vernos - volvió al tema la morena.

- Me parece bien. Que se lo curre un poco más si quiere esa segunda oportunidad tanto como dice.

Alba esperó tres largos días antes de decidirse a proponerle dar un paseo una tarde de domingo. Natalia aceptó el plan encantada y se encargó de llegar estudiadamente tarde a la cita. La rubia esperaba apurando un cigarro, que tiró nada más ver a la morena llegar de lejos.

- Hola - saludó Natalia cuando estuvo a su lado.

- Hola - correspondió Alba al saludo, poniéndose de puntillas para dejar un beso un poco más largo de lo habitual en la mejilla de la otra-. ¿Cómo estás?

- Bien. ¿Y tú? - dijo la morena, lamentándose por lo básico de su respuesta.

- Nerviosa.

- ¿Nerviosa? - cuestionó Natalia, echando a andar. Alba hizo lo mismo, a una distancia prudente de ella.

- Sí, en realidad lo llevo estando desde que fui a tu casa - fue sincera la rubia-. Desde que salí por la puerta estuve pensando en cómo pedirte que nos volviéramos a ver.

Cupido | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora