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Julia saltaba en una pata de felicidad cuando Natalia le pidió la segunda cita. 

E intensificó esa emoción cada vez que esta se reía a carcajadas entre croqueta y croqueta, el día que quedaron en verse. 

Y casi se le dio algo cuando su crush le propuso acompañarla a casa, tras la cena.

- Es aquí, Nat - le indicó, cuando llegaron a su portal-. No hacía falta que me acompañaras.

- No ha sido nada - se encogió de hombros.

- Lo hemos pasado bien, ¿no?

- Muy bien - sonrió con sinceridad Natalia.

Julia miró hacia arriba y dudó si invitarla a subir sería demasiado o no. Si por ella fuera lo haría, eso lo tenía clarísimo, pero trató de pensar en qué le diría Alba que hiciera. Seguro que le advertiría que se estaba precipitando. Pronto descartó ese pensamiento cauteloso que no iba con ella. 

Ella era Julia, no Alba, y lo suyo era arriesgar.

Natalia intuyó el debate interno de su cita y su cuerpo lo tuvo claro. Por eso cuando Julia se lanzó a sus labios, que le parecieron mejor tanteo que verbalizar la propuesta de subir a su casa, Natalia se apartó sutilmente.

- Lo siento... - murmuró, posando sus manos en los hombros de la otra.

- No, lo siento yo. Pensé que... entre tú y yo... Ya sabes... - balbuceó Julia, negando con la cabeza para restarle importancia a la situación.

- Julia, me caes genial, de verdad.

Natalia cerró los ojos con frustración al darse cuenta de que, por la cara de la otra, probablemente era lo peor que le podría haber dicho en ese momento.

- Ya, tú a mí también - rio por no llorar Julia.

- Yo, si tú quieres... Yo... me gustaría seguir quedando contigo.

- Como amiga, ¿no? - adivinó.

- S-sí, como amiga. Solo si a ti también te apetece - propuso Natalia, algo tímida.

- Me apetecerá. Vamos a olvidar estos últimos cinco minutos, ¿vale? ¿Beso? ¿Qué beso? No ha habido beso - tiró Julia de humor, soltando una carcajada que Natalia siguió, aliviada por haber acabado con la tensión de ese momento raro entre ellas.

- Este beso - le estampó Natalia uno en la mejilla.

- Eso es - se lo devolvió-. Vamos hablando, ¿vale, amiga?

- Vamos hablando - asintió, dándole un abrazo de despedida.

- Avisa cuando llegues.

- Lo haré. Buenas noches, Juls.

- Buenas noches, Natalia.

Julia abrió la puerta de su piso y fue directa al congelador a por helado. Con el bote y dos cucharas en la mano fue al cuarto de Alba en busca de su compañía y consuelo.

- ¿Tan mal ha ido? - preguntó la rubia al ver el panorama.

- ¿Cuánto de mal es una cobra más grande que mi cabeza?

- Ay, Julita - le puso un puchero.

- Vengo con helado porque nunca es mal momento para hacer un Bridget Jones, pero en realidad no es para tanto.

- Te gustaba mucho.

Eso Alba lo tenía clarísimo, pues Julia le había ido retransmitiendo minuto a minuto todos los avances con Natalia, con el entusiasmo que le caracterizaba. La rubia insistía en que no le hacía falta tanta información, no le apetecía demasiado escucharla, pero su amiga no se quitaba ese nombre de la boca.

Y solo por verla ilusionada, Alba se esforzaba en acallar el gusanillo que le recorría el estómago y en estar contenta por su amiga. Cambió su apatía por darle ánimos y escuchar sus dudas. Incluso se unió a su alegría y celebró con vino cuando Natalia le propuso la segunda cita. Y la ayudó, esa vez sí, a elegir el mejor outfit del planeta para dejar a la otra sin palabras en la segunda cita.

- Si es que Natalia es monísima hasta dándome calabazas, tendrías que haberla visto - sonrió triste Julia, antes de contarle cómo había ido la segunda cita.

- Por lo menos habéis acabado bien, ¿no? - resaltó Alba lo positivo, tratando de animarla.

- Bueno, para mí acabar bien era que te despertaras por culpa de nuestros gemidos o algo así. Pero tendré que aceptar su amistad - se conformó, aunque segundos después cambió de expresión, llevándose las manos a la cabeza-. ¡Qué desperdicio tenerla de amiga, Albita! Una desgracia.

La rubia rio hasta que su amiga se unió a la carcajada. Si algo bueno tenía Julia era que el humor la salvaba siempre.

- ¿Me harás de Cupido con la próxima para compensar este fracaso? - preguntó, en un susurro, como si estuviera pidiéndole una ilegalidad.

- ¿Pero tú no has aprendido nada? - golpeó su brazo con el puño.

- ¿Eso es que no harás de Cupido? - se hizo la loca.

- Es un no como una casa - fue tajante Alba.

- Vale, vale - alzó las manos Julia, en señal de rendición-. Me las apañaré yo solita.

El último pensamiento de Alba antes de caer en los brazos de Morfeo esa noche fue de alivio. Un alivio culpable, porque no podía negar que en el fondo se alegraba de que entre Natalia y su compañera de piso no hubiesen saltado chispas.

La amistad de Julia y Natalia se puso en práctica por primera vez un par de semanas más tarde, con ocasión del cumpleaños de la primera. Julia cumplía treinta, pero como negacionista de su nueva década, pues no estaba de acuerdo en que ese número se ajustara para nada a su momento vital, decidió organizar una celebración al más puro estilo universitario.

- Alba, me toca - trató Julia de echar a su compañera de piso, que había monopolizado uno de los lados de la mesa de beer pong.

- Eh, eh, ¡que todavía no he perdido! - no dejó que Julia le arrebatara la pelotita de plástico.

- Los demás también queremos jugar. ¿Además no te parecía muy inmaduro montar estos juegos? Te has reído de mí toda la semana. Vis i cimplir triinti - le recordó con retintín.

- Que no aceptes que te haces mayor y te niegues a actuar como una adulta responsable de tu edad es inmaduro, Julita. Pero no quita que este jueguecito sea un vicio - acertó de nuevo en un tiro que entró limpio en uno de los vasos llenos de cerveza de marca blanca.

- ¡Mira, tía, yo paso de jugar contra ti! - se quejó María, amiga de las dos, harta de perder-. Además, ni siquiera estoy consiguiendo que te emborraches.

- ¿Quieres jugar contra mí, Juls? - puso pose de chulita Alba.

- No. Te veto de este juego por exceso de talento - la empujó lejos de la mesa.

- ¡Es injusto! - se quejó Alba.

- Es mi fiesta, lo siento - se encogió de hombros la cumpleañera, tomando su lugar.

- ¡Por fin! Te voy a crujir, Julita - celebró su amiga África el relevo, lista para medir fuerzas con ella.

Con el pequeño piso a rebosar de gente que iba llegando, Alba tuvo que hacer de portera, atendiendo al telefonillo y abriendo a todo el mundo. Parecía que toda la ciudad estaba invitada a esa fiesta. Las redes de contactos de Julia le parecieron esa noche dignas de estudio, pues a muchos invitados no le sonaba conocerles de nada.

Una vez más, el timbre sonó y Alba, un poco harta, abrió la puerta.

- Hola, soy Natalia - se presentó la morena, sonriente-. He traído vino.

Cupido | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora