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La próxima vez que se vieron fue para ir al cine. Alba había compartido en sus historias de Instagram el póster de un estreno de una película independiente que le parecía interesante y a Natalia le faltó tiempo para contestarle un "vamos juntas". Alba tardó incluso menos en proponerle la sesión del día siguiente y quedaron en encontrarse en una cafetería cercana, con tiempo de sobra para disfrutarse.

- Hola, Nat - saludó Alba, que esperaba a la morena ya sentada en una de las mesas más escondidas del local.

- Hola, guapa. ¿Llevas mucho esperando?

Natalia se sentó a su lado, en vez de enfrente, y se acercó para dejar un beso en la comisura de la boca de la rubia. Justo en ese punto medidísimo en que el beso puede considerarse un error de cálculo o verdadera intención. Las dos se habían quedado en el limbo tras ese contacto, así que Alba contestó a su pregunta para relajar el ambiente.

- Acabo de llegar, en realidad. No hace ni cinco minutos. ¿Quieres pedir?

- Claro - Natalia le hizo un gesto al camarero y las dos se decantaron por un cortado, que el chico les trajo diligentemente poco después-. Tu café está más bueno.

- Qué mentirosa, Nat. Me vas a comparar una cafetera profesional de bar con la de mi casa.

- Son las manos del que lo hace - buscó Natalia la de la rubia, que absorbía el calor de la taza humeante y puso la suya encima.

- O el estado de éxtasis después de una buena noche de sexo, que hace que todo sepa mejor - expuso Alba.

- Puede ser - ladeó la cabeza Natalia, con una sonrisa pícara que le salió involuntariamente al recordar el maravilloso momento.

- No te hacía tan pelota - comentó Alba.

- ¿Pelota yo? - se ofendió la morena, llevándose la mano al pecho.

- Te ha faltado decirme que hago el mejor café del mundo o algo así.

- Bueno, en ese momento lo era. Este no me sabe igual, te lo aseguro - insistió, dándole un sorbo a su taza.

Alba negó con la cabeza ante la tontería que llevaba encima esa morena de dos metros. Dio otro sorbo a su café y se mordió el labio disfrutando de cómo Natalia la observaba, en sintonía. No pudo evitar acercarse, tomar sus mofletes con las manos y atrapar su labio inferior para después dejar un besito en su boca. Con sabor a café.

- ¿Ahora te sabe mejor? - quiso saber, mientras se relamía y le aguantaba la mirada.

- Muchísimo mejor, ¡dónde va a parar!

La rubia le estuvo contando cosas sobre la peli que iban a ver, que era de un director que le encantaba. Le relató emocionada de qué iban todas sus obras anteriores y Natalia, evidentemente, se prestó a ser secuestrada para un maratón cuando Alba quisiera.

Tan a gusto se encontraron charlando, que tuvieron que entrar corriendo y de la mano, para no perderse, en la oscura sala de cine. Molestando al puñado de asistentes que había, consiguieron encontrar sus asientos centrados y a mitad de sala, como a Alba le gustaba.

Vieron la peli en absoluto silencio, pues Natalia no se atrevió a abrir la boca, viendo la clara concentración de la rubia, y menos después de que le hubiera contado lo fan que era. Le encantó mirarla de reojo de vez en cuando. Y de vez en cuando también Alba se dignaba a despegar los ojos de la pantalla y regalarle una sonrisa de oreja a oreja a su acompañante.

- ¿Te ha gustado? - preguntó Alba ilusionada, nada más salir de la sala.

- Un montón.

- ¿Pero la has entendido? - se aseguró.

Cupido | AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora