3.

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Capitulo 3.

—¿Sabes? Hay veces en las que simplemente no te puedo entender.

—No hablo chino mandarín.

—Jay, lo que digo es que ¿Cómo puedes querer leer un libro enteró en menos de un día? Eso es imposible.

—No lo es. — Puse un dulce en mi boca.

Ella se encogió de hombros. —Lo que digas.

El silencio me hizo volver a posar mis ojos por todo su cuerpo.

Su piel pálida, sus labios rojos, ojos verdes que daban envidia, una nariz perfilada y pequeña, sus pelo castaño con unas ondas naturales poco revelantes pero ahí estaban, su remera Verde clara dejaba a la vista solo un poco de su vientre plano y esos jeans se pegaban a sus caderas mientras iban siendo más sueltos a medida que bajaba.

—Oye Jay, tengo noción de mi belleza pero me has visto como seis veces está mañana. — Una sonrisa decoraba su rostro, mostrándo su blanca dentadura.

—Yo no...

—Ni lo intentes. —Me corto.
Sus mejillas tomaron un tono carmesí. —Oh, eres tan adorable.

—Callate. — Balbuceo.

—Bien. — Se paro de mi cama. —¿Cómo dices que se llamaba tu madre? — Hundió las cejas.

¿Qué?

—¿Por qué quieres saber eso?

—No lo recuerdo, solo eso.

—Jenn.

—Me encanta. — Sonrió. —El nombre el hermoso.

—Si, claro. — No le di mucha importancia. —Es lindo.

—¿Y cuando vendrá a verte?

—Deja de ser tan chismosa.

—¡Solo tengo interés! Lamento que seas un aburrido.

—¡No soy un... — Corto mis palabras al ver mi móvil sonar.

Daniela escucha el ruido y veo el suyo al ver que no esta sonando lo deja en la cama.

—Te llaman. —Me informa algo que ya se.

La ignoró y atiendo el teléfono con miedo a que cuelgen, sin leer quien era. —¿Hola?

—Hola Jay Jay! — Escucho a mi madre del otro lado del móvil.

— Mamá. — Daniela, al escuchar mis palabras me mira con un de sus estúpidas sonrisas.

—Hijo, prende la cámara.

Entonces aparto el móvil de mi oreja y caigo en cuentas de que era una video llamada.

Prendo la cámara. —Hola mamá. —La saludo sintiendo la mirada de Daniela clavada en mi.

—¿Cómo has estado Jay Jay? —Daniel reprime la carcajada ante el apodo que ella misma utiliza.

—Bien. — Dios, quiero morir.

Le rostro de papá aparece de la nada. —Hey hijo ¿Cómo vas con tu estancia? — Sus cejas se mueven con picardía, de una manera extrana, haciendo que mamá le pegué en el hombro.

—¿Por qué no me has dicho que era una recidencia mixta?

—Por que la mayoría lo son.

Daniela empezó a vagar por la habitación, escuchando todo.

Compatibles? -Jay Ross. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora