4.

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—Ahgg — Gruño poniéndo mis trabajos sobre la mesa de nuestra pequeña cocina.

—¿Que pasa amargado? —Pregunta Daniela.

Ignoro su absurdo apodo. —Tengo muchos trabajos, estoy agotado.

Sin pedir permiso agarró una de mis hojas y le echa un vistazo. —Esto me agota de solo verlo.

—¿Y acaso tú no estudias? — Inquiri, ya ha pasado dos semanas y aún no la he visto haciendo ni un solo trabajo.

—Si, pero no tengo trabajo por el momento, solo presentaciones, aburridos ensayos que puedo terminar en la clase, nada interesante.

Alze los papeles. —Esto no es muy interesante tampoco.

—Lo se, tu vida es un aburrimiento. — Dice sin interés.

—¿De debería sentirme halagado?

—Deberias sentirte deprimido, de verdad, ¿Cómo aguantas?

—La gran pregunta aquí es como te aguanto.

—No es muy complicado.

En realidad solo lo era un poco, Daniela era alguien muy desordenado y un poco desagradable a momento pero no voy a negar que también es divertida, agradable y hermosa.

—¿No quieres venir conmigo? — Pregunto.

—¿A dónde?

—Con los chicos, nos juntaremos en un restaurante.

—Lo lamento, pero debo terminar esto.

—Oh vamos — Se sentó a mi lado. —No tardaremos tanto, solo será un rato y tendras tiempo para terminar eso. —Miro los papeles con desagradó. —Ademas prometo ayudarte ¿Sí?

—¿Me ayudarás? — Quize reír. —¿Y tú qué sabes de psicología?

Ella me miro mal. —Quizas te sorprenda pero soy demasiado inteligente, puedo ayudarte.

No voy a negar que salir de esta recidencia por un rato era un propuesta muy tentadora.

—Bien. — Acepte.

—Ahh genial. — Me dió una abrazo cortó pero fuerte. — Solo déjame que me cambio.

No me dejó responder cuando ví su figura corriendo hacia el pequeño baño que compartíamos.

Al cabo de largo rato salió del baño.

Solo podía ver un suéter negro con detalles en blanco con unos jean de cuero también negro.

Daniela se puso una campera marrón beige. —Vamonos.

—Creo que es la primera vez que te veo con un abrigo. —Suelto.

—Si, hoy es un día helado.

—¿Hoy? Daniela, estuvimos casi bajo cero durante toda la semana.

Arrugó la nariz. —Ahg, no me digas Daniela, siento que me retas.

—¿Dani?

—Dani el genial. — Cuelga su mano sobre mi brazo. —Vamonos.

Ambos empezamos a caminar, bajamos las escaleras y nos paramos al encuentro a jesi.

Pensé que diría algo, al menos un 'mueranse' pero no fue así, solo agarró mi brazo libre de la misma manera que Daniela y caminamos hasta salir de la recidencia.

—¿Cómo estás Jesi? —Pregunto la morocha caminado a mi lado.

—Agotada, una chica llegó hoy a la recidencia con su hermano pequeño, ese mocoso del infierno tiro todo los papeles de inscripción de la recepción. —Hizo una pequeña pausa suspirando. —De solo recordarlo quiero poner mis delicadas manos al rededor de su pequeño e infantil cuello.

Compatibles? -Jay Ross. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora