Capítulo 19

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Solo serán días me repito para mi misma. Trato de convencerme y aferrarme a esa idea pese a que ya he pasado demasiado tiempo aquí. Estuve pensando en aceptar esto, ser medicada de por vida sometiéndose a una batalla con mis propios miedos que terminan por dañarme la mente y el cuerpo. Pero habían días en los que simplemente no podía hacerme la idea de pasar lo que me quedaba de vida en un manicomio, días en los que pensaba que sí podía salir aún cuando nadie iba a venir a buscarme, quería intentarlo todo, sin embargo, volvía a sentir que no tenia la fuerza necesaria y decaía, otra vez.

Estaba en esos días, en los que mi fuerza es completamente nula.

Abrazo la almohada que tengo frente a mí recordando lo suave que era mi cama, con las sabanas color carmesí que me gustaban mucho. La lámpara iluminaba mi cuarto haciéndolo más acogedor y permitiéndome sentirme en paz. Nada de eso importaba ahora, cuando sientes que no vas a volver a tener nada de lo que tenías.

—Ya puedes dejar de deprimirte tanto—la voz de Nate me despertó de la ola de pensamientos que había empezado a tener.

Me levanté observándolo. Llevaba una mejora en su aspecto, ya no tenía tantas ojeras como antes y aunque no peinara su cabello eso no lo hacía lucir menos atractivo.

—¿Que haces aquí?— pregunté aún sabiendo que se había escapado.

Terminó de entrar y cerró la puerta sin hacer ruido.

—Ya no me persiguen como a una cucaracha—dijo con actitud galán— y tú hermosa tendrás que pararte de ahí para acompañarme.

—¿Que y ahora eres buenmozo conmigo?

—Soy una cebolla —dijo mientras se alzaba de hombros.

—¿Una cebolla?

Se sentó sobre la cama mientras yo hacía lo mismo.

—Una cebolla tiene muchas capas y bueno ya sacaste la primera— coloca mi cabello detrás de mí oreja—¿Eso tiene que celebrarse verdad?

Dudaba mucho que en un lugar como éste se pudiera celebrar algo, no había nada de festejo en estas cuatro paredes.

Verlo sonriente y de buen ánimo era una mejora enorme, no siempre tenía el agrado de ser gentil y amable si no que la mayor parte del tiempo se encontraba en su estado natural osea completamente inexpresivo, aunque conmigo intentaba no ser de esa forma.

—No tengo los mismos privilegios que tú Nate— yo no podía salir sin una enfermera que me acompañara.

Noté un cierto aire de peligro cuando me miró con una sonrisa de lado.

—No pienso salir—avisé— me matarán si lo hago.

Como si no hubiera hablado tomó un polerón y se lo colgó en el brazo. Me tomó de la mano y me obligó a ponerme los zapatos mientras yo aún protestaba por lo que me iba a pasar si se llegaban a dar cuenta.

No podía negar de que darle un poco de adrenalina a mi vida era lo que necesitaba en este momento, sin embargo ya podía imaginarme todos los problemas que llegaría a tener si Martha o Lisa llegaban a verme.

Salimos al pasillo cuidando de no ser vistos y por primera vez en mucho tiempo sentí ese nerviosismo que atraviesa tus venas cuando sientes que estás haciendo algo peligroso.

—La cabaña de Pol— me indicó Nate señalando. Frente a nosotros casi al borde del pasadizo se encontraba una vieja cabaña en donde se encontraba Pol, un anciano que se mantuvo en este lugar 20 años de su vida. Nate y el tenían una extraña relación, ellos se volvieron muy unidos mucho antes de mi llegada.

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