Prólogo

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Una hermosa chica de piel pálida con ligeras pecas, ojos verdes y un hermoso cabello castaño que danzaba con el viento. Esa es la manera en la que siempre la describen cuando la veías por primera vez.

La pequeña Hicca con unas ocho primaveras cumplidas estaba en una de las piedras que adornaban la playa de su isla. Le gustaba ir ahí para observar el cielo estrellado cuando todos estaban dormidos, aprovecahaba el tener ese momento de paz solo para ella y sus pensamientos. El olor del agua salada, el escuchar las olas chocar con las rocas, la Luna brillando con todo su esplendor... Ciertamente era un gran sentimiento de paz poder tener un rato de privacidad.

Eso hasta que escuchó unos pasos detrás que se acercaban a dónde estaba ella.

-¿No deberías estar dormida, pequeña renacuajo?- habló aquella voz que ya conocía bastante bien, pues era una que siempre lograba alborotar su corazón. Kreston había llegado con ella en su forma humana y le regaló una de sus sonrisas ladinas sintiéndose orgulloso de que la encontró fácilmente.

Él era un muchacho un poco más alto y musculoso que ella, con ojos verdes tóxicos, piel un poco bronceada con algunas escamas decorándola, orejas que sobresalían de su cabeza, y cabellos tan negros como la noche.

-Lo mismo podría decirte, lagartija gigante. ¿Vienes por una caminata nocturna?- le preguntó despegando su vista por un momento de aquel cielo estrellado sólo para perderse en unos ojos verdes tan tóxicos que podría ver por horas.

-¿Y tú? Disfrutando de la vista me imagino.- habló sentándose a un lado de ella y feliz de tener la compañía del otro.

-Solo no podía dormir. Además, ver la Luna siempre me da una sensación de tranquilidad. Solo quería despejar mi cabeza.

Ahí estaba esa mirada que reflejaba nostalgia. Kreston sabía muy bien que cuando ella tenía algo que la dejaba reflexionando de esa manera siempre se debía a que algo le carcomía la cabeza. Ella estaba dándole vueltas a un asunto.

-¿De algo en específico?

-Probablemente pensando cómo eres proclamado como el bastardo del rayo y la muerte misma, pero en realidad eres como un gato.

Ofendido, o al menos actuando como si lo estuviera, empujó su hombro a manera de juego haciéndola reír y casi caerse de la roca en la que estaba sentada. Como amaba esos momentos en los que eran solo ellos dos, como los mejores amigos que eran. El silencio entre ambos era uno bastante acogedor y Kreston no iba a forzarle a Hicca a decir algo solo por su curiosidad, pero sorpresivamente ella fue quien rompió el silencio.

-Solo pienso... ¿Qué hubiera sido de mí si no hubiera crecido con ustedes?

-¿A qué te refieres?- preguntó volteando a verla. Él ahora estaba mostrándole que tiene toda su atención.- No me digas que ya estás harta de tener el privilegio de tenerme como tu mejor amigo.- actuó colocando una mano en su pecho y otra en su frente haciéndose el dramático.

-Pff, no. Me refiero a que... Sé que no soy como ustedes, no respiro fuego, no tengo escamas para protegerme, y no puedo volar por mi propia cuenta. Pero lo que sí puedo es comunicarme, ayudarles, y a pesar de todo ello sigo viva. ¿Tan malo era mi lugar de nacimiento para qué ustedes me adoptaran?

Ahí estaba lo que más odiaba. En los ojos verdes como el bosque de Hicca estaba reflejado un brillo especial, uno que delataba que estaba triste. Deprimida tal vez.

-Pues... No sé qué decir. Yo no estaba ahí cuando eso pasó, todavía ni sabía volar por mi cuenta. Pero si de algo estoy seguro, es que tenerte con nosotros fue la mejor cosa que me ha pasado.

Se cubrió la boca rápidamente al notar su error, ya que debía decir "Nos" en vez de "Me". Su cara subió cuatro tonos de rojo en menos de un segundo y su corazón latía sin control. Ésta vez seguro que Hicca se dió cuenta de sus sentimientos y ahora no lo va a querer y-

-Gracias, Chimuelo. También agradezco haber crecido con ustedes. Sin duda ustedes son mi familia, y nada me alegra más que tenerte como mi mejor amigo.

Esas palabras lograron dejarlo congelado en un instante, y si escuchabas atentamente en el aire se escuchó el sonido de algo romperse ligeramente. Fue su corazón.

-Bueno, creo que es hora de irnos.- comentó levantándose mientras limpiaba su ropa.- No queremos que los adultos vengan a buscarnos cuando se den cuenta de que no estamos en la cueva y nos den sus sermones de cinco horas.

-Tienes razón.- le dió una última mirada a la Luna y volteó a ver a su amigo, viendo como tenía una mano estirada para ayudarle a bajar, acción que aceptó gustosa y bajó de la roca sin problemas.

Ambos caminaron de vuelta a su hogar en un silencio totalmente cómodo y evitando la mirada del otro, ¿la razón? 

Sus manos seguían entrelazadas y la luna era su única testigo.

I'm flyin' with the DragonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora