''Camila, sabes que esto viene pasando desde hace mucho tiempo.''
''No podemos seguir haciendo esto, Shawn.'' Sollozo consciente de que se me está rompiendo el corazón al igual que el suyo. ''Realmente no quería perderte, pero no quiero seguir jugan...
El estridente sonido de los limpiaparabrisas haciendo su ágil trabajo es lo único que me distrae de todo el caos en el que se ha sumido la ciudad en menos de 24 horas. Observo a los diminutos copos de nieve acumulándose en las esquinas de la gruesa capa de vidrio que me protege del exterior, a medida que caen del cielo, pintando casi todo el paisaje de un blanco prístino en este nuevo atardecer. Los verdes y altos árboles de pino, junto a las miles de luces encendidas de los negocios y de las casas a los lados de la carretera son los que le dan vida a lo demás, y sonrío por la bonita vista.
Qué bueno es estar de vuelta en Pickering... Dios sabe que nunca había echado tanto de menos este lugar como en este año. Parece que ha pasado toda una vida desde que era un niño común y corriente que caminaba por los alrededores de la mano de papá, construyendo feos hombres de nieve o huyendo a toda prisa después de lanzarle bolas a mi hermana que se ponía a llorar cada vez que no lograba vengarse de mí con su pésima puntería, pero siempre terminábamos recostados en el frío manto del parque riéndonos a todo pulmón mientras la nieve se convertía en líquido empapando nuestros atuendos.
Y ahora, a mi hermana le ha llegado el turno de reírse pero junto a mi novia...
Mi visibilidad es limitada cuando cruzo la calle principal del vecindario de mis padres y me estaciono a un costado del camino frente al porche. Apago el auto y lo primero que escucho es un colectivo de histéricas risas provenientes del interior de la casa, y desde donde estoy puedo ver a través de la ventana abierta a Camila y a Aali jugando con Tarzán, que se deja consentir mientras ellas le toman las mil y un fotos en todos los ángulos posibles como si de un muñeco de colección se tratara. Muy adorable, por cierto.
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Mi mirada no puede evitar desviarse exclusivamente a mi encantadora chica. Una gigantesca sonrisa infantil adorna su bello rostro de porcelana enmarcado por los desordenados rizos de su corto cabello, mientras se asegura de que su (o mi, nuestro, lo que sea) suéter gris no se salga de su posición sobre sus pequeños hombros, aislándola del frío aterrador que también debe estar sintiendo. No obstante, se le desacomoda al dar un salto emocionado cuando logra tomar la foto que quiere y baila descontrolada por la cocina con su exuberante buen humor.
Lo decía en serio... Ella ilumina la habitación sin siquiera intentarlo. Tan brillante, enérgica, fuerte y poderosa como una estrella. Me hace sentir que estoy fuera de este mundo; que floto en una galaxia cuando la veo. Cada vez, sin falta.
Es simplemente la magia de Camila, que me mantiene hechizado... Como si estuviera despierto dentro de un sueño. Un muy lindo sueño.
Unos golpecitos en mi ventana me devuelven a la realidad y mamá está afuera ondeando la mano hacia mí dándome la bienvenida. Bajo el vidrio para saludarla apropiadamente en tanto desabrocho mi cinturón de seguridad con rapidez.
