Nausea

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Los tirones de la piel desértica

los chillidos de las articulaciones oxidadas

el ardor de los músculos corroídos

el latido ensordecedor de ríos sangrientos

que se entretejen alrededor de mis sesos,

susurrando rabiosos el odio con el que el mundo me ve...

el silbido de mis alveolos pulmonares,

atorado por flemas y pena,

todo ese conjunto de sonidos, de gruñidos, de lamentos sofocados

es una sinfonía a la que mis oídos se han acostumbrado,

una que tarareo con disimulo,

debajo de una sonrisa estúpida colgando de mis labios,

y suena como si el botón de repetición se hubiese quedado trabado

debajo de mis regordetes dedos,

como la forma ovalada del inodoro al que me aferro cada mañana,

para hundir mi cabeza

y devolver la maldad gestada en mis entrañas,

como cuajos entrecortados de un nonato desmembrado

disuelto en ácido y envuelto en saliva espesa...

la sinfonía de la agonía

sabe amarga como bilis recién exprimida del hígado,

sabe a comida avinagrada,

sabe a una muerte que anuncia su llegada

pero que se hace esperar con demasía.

Entre las cobijasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora