Capitulo 7

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Estaba en un trance. No veía ni oía absolutamente nada, lo único que sentía era una enorme calidez arrastrarse por mis labios. Nunca antes había sentido algo igual, mis ojos se cerraron levemente y en ese momento el placer fue mayor. Los labios de Thomas eran tan suaves y cálidos que me obligaban a querer aún más y en cuanto menos lo imagine, ya le estaba devolviendo aquel gesto con mi nula experiencia. Sentí su brazo derecho apoderarse de mi cintura acercándonos aún más y al izquierdo rozar mi cuello para profundizar el agarre. No podía respirar, necesitaba oxígeno, pero me negaba a alejarlo de mí, preferiría mil veces morir aquí y ahora. Sin embargo, así como me tomo, me soltó.

Respiraciones agitadas, miradas dilatadas y pensamientos silenciosos era lo único que reinaba en el ambiente. Mis mejillas estaban al rojo vivo y mi apariencia era un desastre, pero por primera vez no me importo. Mi mirada estaba clavada en él, total y absolutamente en él, pero Thomas solo miraba el suelo mientras insultaba en murmullos, ni siquiera me regalo una mirada cuando salió despavorido hacia la salida. A cada paso que daba crecía mi soledad y volvía mi dolor, sin embargo, algo cambio porque al mismo tiempo aumentaba mi valor. Corrí detrás de él antes de que sea tarde, sabía perfectamente que si lo dejaba ir todo terminaría, y no pienso dejar que eso suceda.

Ya había descendido la escalera, una vez que cruzara la puerta de la habitación y se pierda en los pasillos del segundo piso no habría marcha atrás, pero por primera vez en mi vida fui rápida y me aferre a él antes de que suceda. Se encontraba estático, lo sentía tensarse bajo mis brazos, que ahora rodeaban su cintura, y aunque mi rostro ardía de vergüenza me aferre aún más. Ninguno hablaba, ninguno se movía, tan solo nos tomamos un momento para tranquilizar nuestros latidos, no era la única afectada, lo supe en cuanto lo abracé. Sentí su suave tacto sobre mi agarre y de un momento a otro lo tenía cara a cara listo para enfrentarme, y en cuanto abrió esos gloriosos labios para hablar me incline y lo bese. Tardo dos segundos en salir de su fascinación y enseguida me lo devolvió, pero este no era dulce y tierno como el primero. No, este era necesitado y hambriento. Tomo mi rostro con sus dos grandes manos y nos dejamos llevar, parecíamos dos seres sedientos en un desierto eterno. La burbuja se rompió cuando él nuevamente nos separó, pero esta vez al hacerlo rápidamente me envolvió en sus brazos.

- ¿Rosé? – No, no quería hablar ahora, solo quería seguir bajo su cuerpo e inhalar su aroma masculino – ¡Rosé! –

- No, no digas nada. Necesito un poco más de esto – No sé desde cuando tengo tanta confianza pero funciono porque solo se separó de mi para dejar un corto y tierno beso en mis labios y después volverme a abrazar.

- No vuelvas a hacer eso – me congele al oírlo, pero espere a que prosiga – No te encontraba por ningún lado – me relaje una vez más – Yo... yo creí que te habías ido, creí que me habías dejado - no lo pude evitar, mi corazón latía tan deprisa que pensé que se saldría de un momento a otro – casi me vuelvo loco –

Necesitaba verlo, necesitaba ver que nada de esto era un sueño asique nos separe. Lo mire sin pudor alguno y me bastaron unos pocos segundos para saber que todo lo que decía era cierto, asique sonreí como nunca lo había hecho en mi vida y lo mejor de todo es que él me sonrió también. Me miraba con un brillo en los ojos que me derretía, cuando paso su pulgar por mi labio inferior y tiro levemente de él, un escalofrió se apodero de mí y me obligó a cerrar los ojos, entonces aprovecho y me beso una vez más, tan dulce como la primera vez.

- Ven – tomo mi mano y me saco de allí para dirigirse a su despacho. En el camino Nora llego a nosotros casi corriendo, pero Thomas no le dio tiempo a nada – ella está bien, da la orden de volver a sus puestos, luego te explico- en ningún momento dejo de caminar y una vez en destino prácticamente le cerró la puerta en la cara a Nana, quien no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Me llevo hacia el sillón grande que tanto conocía ya y luego de tomar asiento él se arrodillo frente a mí – Rosé, voy a ir directo al grano. ¿Qué te sucede a ti conmigo? - de acuerdo esto era difícil, nunca fui buena para expresar mis sentimientos.

- Y-yo ... yo no lo sé – su mirada cambio, decepción tal vez, no lo sé, pero cuando bajo su rostro acompañado de un suspiro temí lo peor. – No es lo que piensas – rápidamente me miro con curiosidad – es solo que no soy muy buena expresándome – tenía toda su atención en mi – además es cierto que no lo sé, yo nunca me había sentido así –

- Así ¿cómo? – su respiración era un poco inestable, no estaba enojado más bien era como si tuviese prisa, como si la ansiedad de saber que diría a continuación lo consumiera poco a poco

- No puedo dejar de pensar en ti – la valentía que había sentido hasta hace unos momentos comenzó a evaporarse – todos los días espero a que vuelvas para poder venir aquí y estar juntos – mis mejillas ya estaban totalmente calientes al igual que mis orejas, tanto que me quemaban la piel – me gusta tomar el té contigo, que cenemos juntos, que me traigas libros – parecía que una vez abierto mi corazón, ya no lo podía cerrar – tanto así como odio cuando no estás aquí, cuando no me hablas, cuando me ignoras, cuando pienso que en cualquier momento te vas a cansar de mi presencia aquí y me vas a pedir que me vaya – ni siquiera yo me esperaba aquello último, mis ojos se cristalizaron y rápidamente salió la primera de muchas lágrimas. Mi acompañante no lo dudo, acuno mi rostro una vez más y me beso delicadamente.

- Escúchame bien Rosé, te metiste debajo de mi piel como nunca antes nadie lo había hecho – lo escuchaba atentamente – no se desde cuándo, pero últimamente no hay un solo día en que no piense en ti. La necesidad de tenerte a mi lado es cada vez mayor y ya no lo puedo controlar. Te necesito aquí conmigo pequeña – estoy a punto de desmayarme de la emoción – necesito tus chistes, tus interrupciones, tu voz, tus metidas de pata, tu tacto y ahora también tus besos – unió sus labios con los míos y me beso. Cuando termino se sentó a mi lado y me envolvió con su cuerpo una vez más – Te necesito Rosé - sus palabras y sus actos me trajeron paz, y sin quererlo me dormí entre sus brazos.

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Lo primero que vi en cuanto desperté fue el techo de mi habitación – ¡¡¡Mierda!!! ¿como puedo ser tan estúpida? – corrí al baño y luego de una ducha rápida y asearme me vestí con lo primero que encontré – no tenía que dormirme. Tenía que hablar con él, decirle aún más lo que siento – cuando termine mire la hora y casi son las nueve de la mañana, mierda es tarde. Corro escaleras abajo y rezo porque aún no se haya ido, así como también lo hago para que siga pensando igual que ayer. Temo que en las últimas horas haya cambiado de opinión. En cuanto llego a la cocina y lo veo tomar su café como siempre me congelo en el lugar. Los rayos de luz impactan en su perfecto rostro, ahora sus ojos parecen dos o tres tonos más claros y su cabello azabache brilla como si fuese oro puro. En cuanto se percata de mi presencia siento como el piso debajo de mí se sacude, o me estoy por desmayar o hay un terremoto, pero todo termina cuando me regala la sonrisa más hermosa de este mundo. No lo pienso más y corro hacia él, y antes de que diga nada lo beso con necesidad y desesperación.

- ¡Dios mío! – el chillido que nos interrumpe me obliga a separarnos y me encuentro con una Nana que nos observa estupefacta, su sonrisa viaja de uno a otro y en seguida sonríe ampliamente - Lo sabía, sabía que este momento iba a llegar – de un momento a otro Nana Nora nos está abrazando a ambos – ahora si puedo llamarte mi niña – Thomas y yo reímos mientras nos observamos hipnotizados el uno por el otro. Cuando Nana nos suelta me toma de la mano y me atrae hacia él.

- Buen día pastelito – el apodo me tomo evidentemente por sorpresa

- Buenos días ... ¿por qué pastelito? – Thomas se ríe de mi reacción y besa mi coronilla delicadamente.

- Porque eres dulce y adictiva como uno, porque cuando uno lo prueba es feliz y lo más importante por todos los pasteles que te comiste desde que estas aquí – ambos reímos, no puedo negar lo último.

Jaque Mate : Que comience el juegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora