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Mi vida estaba siendo un completo desastre, el grandioso plan el cuál conseguimos no salió cómo esperábamos

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Mi vida estaba siendo un completo desastre, el grandioso plan el cuál conseguimos no salió cómo esperábamos. La cinta nunca llegó a la persona correcta. Desapareció, al igual que el chico encargado de entregarla al lugar correspondiente.

Debido a su desaparición, rumores rondaron siendo escuchados por la policía. Yo fui la última persona con la qué estuvo, dudaban de mí.

– ¿Entonces, la última vez qué supiste de el no te comentó nada de marcharse a algún lugar? – me preguntó de nuevo un oficial. Yo negué en silencio y mirando un punto fijo para evitar estallar. El señor suspiró. – Esta Bien. No la molestaremos más. Si sabe algo mas por favor no dude en comentarlo. – y dicho esto salió de casa.

Cooper me miraba alarmante. Tenía un nudo en mi garganta, todo estaba siendo un fracaso.

Pero lo único qué hice fue suspirar y entrar al baño para darme una buena ducha y despejar mi mente lo mas que pueda. Al salir me encontré con Cooper dormido en el sofá. Negué con la cabeza y apagué la televisión, pasé una fina manta sobre su cuerpo y salí de casa.

Llegué al local, mis ganas eran las mínimas pero no podría faltar al trabajo, le pedí a mi padre qué me librara de bailar ya qué me sentía bastante mal. Una cosa qué hace bien en la vida.

Repartir debidas no era mi actividad favorita, pero era de las mas calmadas. Después de un buen rato, volví a la barra para llenar la bandeja con más vasos.

– June. – escuché mi nombre a mi derecha encontrándome con Ross. – ¿Podemos hablar?

– No puedo, estoy trabajando. – contesté cortante.

– Sólo será un segundo. Por favor. – suplicó. Suspiré y me giré a mirarlo.

– Un minuto, ni más ni menos. – contesté, el asintió.

– Quería pedirte perdón por lo del otro día. – confesó.

– Con eso que quieres decir, perdón por presentarme borracho a las dos de la mañana o perdón por salir de tu casa de esa manera. – lo miré alzando una ceja.

– Ambas. – murmuró. – No fue mi intención hacerlo.

– Ya. Fue un error ¿no? – cuestioné repitiendo aquella frase qué formuló segundos antes de salir por la puerta.

– No, lo dije sin pensar. Tenía qué irme, mi... – se calló, fruncí el ceño. – Mí compañera de trabajo tuvo qué quedarse en mi departamento, perdí la noción del tiempo y no avisé de qué no volvería esa noche.

DESPUÉS DE ÉL | Jack R.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora