𝟎𝟏.

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– No te muevas, o te juro qué te mato niñata

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– No te muevas, o te juro qué te mato niñata. – asentí escondiéndome en mis rodillas calmando mis lágrimas. Se oían golpes por todos lados. Pero no podía hacer nada. Me sentía inútil tirada en el suelo.– ¡Todo es tu culpa! – el golpe que vino hacia mi fue repentino e inesperado, inconscientemente me llevé la mano hacia mi mejilla, sintiendo algo de dolor.

– ¡No! ¡No le hagas daño! – suplicaba mi madre, arrodillándose frente a mi y soltando fuertes sozollos los cuales resonaban por toda la habitación. 

De repente todo se volvió negro.

Desperté.

Las pesadillas eran cada vez más fuertes y traumatizadoras.

Me encontraba con dificultad para respirar, mis mejillas ardían por todas las lágrimas que soltaba. El sudor recorría todo mi cuerpo.

– Cariño, estás bien. – asentí mientras qué la abrazaba intentando calmarme.

Tan solo quedaba una hora para qué mi hermana y yo nos fuéramos de casa.

Ya teníamos todo preparado para irnos.

– Mi novio nos llevará. – asentí no muy convencida. Nunca me cayó bien Monte, era un idiota, no hay palabras mejor para describirlo.

Tal y como decía Jen, allí se encontraba Manuel apoyado en su coche mirando el celular.

– Tened cuidado vale. – ya comenzó con el drama. Nos dió un beso a ambas. – Llamadme todos los días. Y para cualquier cosa. Las quiero mucho. – nos abrazó fuertemente junto a nuestro padre.

– Nos haréis falta aquí. – mi padre era un hombre de pocas palabras. Pero sus frases cortas hacían qué me lloraran los ojos. Estoy segura de qué este tiempo sin ellos será muy difícil para mí y para Jen. Éramos una familia muy unida, junto a mis hermanos.

Jen saludó a su novio y nos montamos ambas en el coche. Un viaje de 5 horas aproximadamente. Me puse mis cascos y escuché música mientras el sueño me ganaba.

– June, despierta. – sentí cómo me movía suavemente y me sonreía divertida.

Sacamos todas nuestras maletas con ayuda de Mario.

– Jen. – la llamó Manuel agarrando su brazo. – Podemos hablar a solas. – está vez me miró, entendí a lo qué se refería pero igualmente no me aparté.

– Si le vas a decir algo yo voy a estar presente. – me cruze de brazos y suspiró asintiendo.

Hablaron sobre tener una relación abierta, me lo esperaba todo de el en realidad. Sus estúpidas ideas. Aún así no entiendo a mi hermana. No sé quién es mas tonto de los dos.

Intentaba intervenir pero mi hermana me lo negaba.

Bueno, me iré a dar una vuelta entonces.

Entré a la residencia, era bastante grande. Sentí una mirada al frente, se trataba de un chico bastante guapo. Estaba hablando con la persona del mostrador.

Esperé a qué mi hermana dejara de hablar con ese para entrar.

Al fin acabaron de hablar. Le pregunté a Jen sobre el tema y adivinen qué.

Aceptó.

Decidí dejar el tema y empezar el día sin muertos.

Fuimos hacía el mostrador donde se encontraba aquél chico.

– ¿Por qué me descrimínas así? – reprochó hacía la otra persona.

– Este lugar es solo para mujeres. Y yo no veo qué seas una mujer. – siguió el del mostrador.

– Y tu tampoco y veo qué trabajas aquí. – el chico del mostrador le dió una mala mirada antes de posarla en nosotras.

– Hola. – nos saludó.

– Hola. – contestamos mi hermana y yo con una sonrisa.

– ¿Os alojais aquí? – íbamos a contestar pero el otro chico habló.

– Pués dile a tu hermana qué suba sus cosas.

– Vale, sube rapido. Cómo te pillen... – el chico sonrió victorioso.

– Si yo soy muy rápido. – y desapareció de nuestra vista dejando una pequeña mirada en mí antes de subir a la habitación.

– Muy bien, ¿sus nombres?

– June Brown y Jenna Brown. – contestó Jen.

– Oh, qué casualidad. – lo miramos confusas.

– ¿Qué? – pregunté yo. Si era muy cotilla.

– El chico acaba de subir las maletas de vuestra compañera.

Hablando del Rey de Roma. Volvió la aparición de aquél chico.

– Olvidé las llaves Chrissy. – se tocó los bolsillos.

– No me llames así. Estas señoritas suben a la misma habitación. – dijo señalandonos. – Si nos les importa pueden acompañarlo.

– Claro. – afirmó mi hermana, yo sólo asentí.

– Espera. – nos interrumpió la voz de Chris. Si creo qué así se llama. – Regalo de la casa. – nos mostró una caja de condones.

El chico metió la mano.

– Solo uno Jack. – suspiró. Así qué te llamas Jack.

Yo y mi hermana agarramos uno de fresa.

– Uhm – arrugue mi nariz mientras lo miraba curiosa. El chico me dió una mirada de ternura.

Subimos a la habitación, Jen abrió la puerta.

– No esta tan mal. – susurré, aunque ambos me escucharon.

– Al menos no es un basurero. – contestó mi hermana.

Me tiré en una de las camas.

– Para mí. – sonreí mirándola. Ella solo negó divertida.

– Debería irme. Por cierto me llamo Ross. – nos dijo mirándonos.

– Jenna.

– June.

El asintió sonriendo y se despidió de ambas con una sonrisa.

Estuvimos hablando mientras arreglamos la habitación con nuestras cosas. Ella sólo miraba el celular seguro esperando una llamada de esa escoria humana.

– Déjalo ir Jen. – dije en un suspiro. Ella sólo me ignoró pero al menos soltó el celular.


Me estoy enamorando de
tus ojos, pero ellos no me
conocen todavía.

DESPUÉS DE ÉL | Jack R.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora