Pau Torres sintió por primera vez lo que era tener un flechazo. Aquella profesora sustituta que apenas había estado tres meses en su instituto había calado tan hondo dentro de su corazón que cuando volvió a verla de nuevo, sintió que ya no quería es...
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¡Por fin he terminado los exámenes! Dios. Que ganas tenía ya de acabar. Ha sido un mes y medio bastante duro pero por suerte ya he terminado. Estoy deseando llegar a casa para estar con mis dos niñas.
La pequeña Miriam nació el último día del mes de Mayo. Violeta empezó con las contracciones en cuanto termine mi examen de Educación del movimiento. Nos fuimos al hospital rápidamente y mi hija nació a las 20.00 de la tarde. Me es muy difícil expresar lo que sentí la primera vez que la vi, solo se que sentí un inmenso amor hacia ella y hacia su madre y que me emocione hasta las lágrimas cuando la sostuve en mis brazos por primera vez. Esas manitas, esos pequeños deditos, su cálido cuerpecito y las expresiones de su cara mientras la acunaba, es algo que no olvidaré en la vida. En ese instante desarrolle nuevos sentimientos, sobre todo el de protección y el de no querer que le pasé nada.
Decir que estas 6 semanas de vida de mi hija han sido fáciles, es mentir. Nos hemos tenido que adaptar a una personita que depende de nosotros para todo y que nos necesita las 24 horas del día. Prácticamente en hemos vivido por y para ella. Mi madre se vino las primeras semanas y fue una gran ayuda para nosotros. Miriam es una niña muy sana y muy buena que duerme de maravilla, lo que me permitió estudiar de noche obligado por Violeta. Nuestra hija ocupa todas las horas de nuestra vida y sinceramente soy inmensamente feliz.
Y Violeta. ¿Qué puedo decir de la valiente madre de mi hija? Si antes ya la quería, ahora la quiero aun más. Es una madre increíble. No la he visto quejarse en ningún momento por muy cansada que esté. Es tremendamente fuerte y estoy muy orgulloso de ella. El amor que siento por Violeta es aún más grande del que le tenía. Estoy loco por mi mujer, porque aunque no estemos casados, para mi lo es.
Dejo el coche en nuestra plaza de garaje y salgo de él montandome en el ascensor. Pulso el botón de la segunda planta y me toco la cara algo cansado. El examen ha sido más largo de lo que esperaba. Es la última nota que me falta por saber. Por ahora los he aprobado todos y espero que este último también. El ascensor se para en mi planta y salgo de el sacando mis llaves. Nada más salír escucho el llanto desconsolado de mi hija y me dispongo a abrir rápidamente con el corazón en un puño. Entro en casa cerrando la puerta tras de mi y avanzo por el pasillo hacia el comedor. Lo que veo me rompe el corazón.
Violeta tiene a Miriam en brazos y tanto ella como mi hija están llorando. Voy hacia ellas muy preocupado de verlas así.
- ¿Que pasa Violeta? -le digo cogiendo sus brazos y mirando a mi hija la cual está roja de tanto llorar
- ¡No puedo calmarla! No para de llorar Pau. Lo he intentado todo, cambiarle el pañal, darle el pecho y no se calla -Violeta me habla de una forma desgarradora- ¡no puedo más!
- Ven, anda. Dámela a mi
Violeta me pasa a nuestra hija con mucho cuidado y yo la acuno en mis brazos con toda la delicadeza del mundo. Violeta se lleva las manos a la cara y se pone a llorar otra vez. Se nota que está nerviosa y a punto de darle un ataque de nervios.