Extra-Gabriel

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Gabriel.

Me adentro a la recámara de Chase. Lo primero que veo es todo un desastre. Botellas de whisky a los lados de las mesas. La cama desordenada, las cortinas cerradas provocando que el lugar se suma en una completa oscuridad si no fuese por la bombilla. Hay cosas tiradas por todos lados y Chase recostado en la esquina de su cama con un vaso de whisky en sus manos. Su vista está perdida en un mismo lugar.

—No crees que ya es suficiente—digo aún en el umbral.

—No—contesta llevando el vaso a su boca.

Ha pasado las últimas semanas así, cuando no está tomando como loco está trabajando, no lo he visto descansar ni una vez. No tengo que adivinar porque esta así. Después de que salió de ese hospital desaprecio por más de cuatro días, cuando volvió a la casa de nuestra madre se encerró en este lugar y no ha querido ver la luz del sol.

—Estás dándole mucha importancia a esa chica—recrimino—¿Al menos duermes?—pregunto.

Me dedica una mirada cansada y sin contestar extiende su mano a la mesa de noche, toma la botella y vuelve a rellenar el vaso.

—Si tan mal estás porque no la perdonas dejas el maldito orgullo de lado y vas a buscarla—espeto cansado.

—No es tan fácil—su voz sale ronca y apagada.

—Lo que no será fácil es que la última vez que la veas sea en un ataúd—suelto.

Me fulmina con la mirada.

—¿Crees que si te hubiese dicho que estaba enferma antes las cosas fueran diferentes?

—Hizo lo que la quisiera, me abrí a ella y mira cómo me pagó.

—¿Y tú cómo reaccionaste cuando te lo dijo? No crees que es demasiado difícil para ella despertarse con el miedo de que ese pudiese ser su último día, no sabes cómo son las personas con esa enfermedad— me acerco y le quitó el Whisky abruptamente—ha ninguno les hace bien estar lejos del otro, solo hace falta mirarte para saber que no puedes estar sin ella—no me enfrenta.

—Estoy bien—murmuró con la mirada baja.

—No, no lo estás, al menos sé racional por un momento.

—Dejo el tratamiento—dice con la mirada perdida—lo hizo por mí, por irse conmigo. Investigue ese estudio le ayudaría mucho estar ahí—dice con culpabilidad.

—No es tu culpa...

—Nunca dije que lo fuera—sube la mirada dejándome ver las grandes ojeras adornando todo su párpado.

—Solo hace falta escucharte para saber que te culpas.

Tensa la mandíbula

—¿Aún la quieres? —pregunto.

Guarda silencio.

—O aún no estás lo suficientemente borracho para negarlo.

—Porque no me dejas en paz, joder—se pasa las manos por la cabeza.

—Lo único que te diré es que me agrada esa chica. Y espero que en el futuro no te odies por todo esto—advierto.

Me doy la vuelta y salgo de la recámara cerrando la puerta detrás de mí.

Bajo las escaleras a pasos rápidos. Cuando bajo al primer piso tomo mi teléfono y las llaves de mi auto. Marco un número que sé que me ayudara y lo llevo a mis oídos. Suena un par de veces así que aprovecho salgo de la casa de mis padres, busco el auto con la mirada y lo abro.

Cuando contestan hablo.

—Quiero toda la información clínica de Lexie Armstrong para esta misma noche—dictamino cuando contestan—también estudios, tratamientos por los que la sometieron, resultados de análisis todo. También quiero nombres de los mejores especialistas en neurología de Inglaterra no me importa el costo. Todo lo que me pueda ayudar a encontrar una cura lo más rápido posible a un Glioblastoma multiforme.

Antes de que te vayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora