Jisung y Minho eran una pareja que consumó su desdichado amor en la época de los ochenta antes de que su amargo final llegase.
Jeongin y Hyunjin son dos chicos que acuden a la misma universidad, ya en el año 2020, y que sienten miles de sensaciones...
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-¡Tienes que pagar tú!
-¡Yo ya pagué la última vez que pedimos comida!
-¡¿Quién se ha comido mi rollito de primavera?!
-¡Eres el mayor, debes pagar tú!
-¡Eso no es justo!
-¡Si eres el único que trabaja de nosotros!
-¡He preguntado quién se ha comido mi rollito de primavera, idiotas!
Las voces ligeramente lejanas que llegan desde el otro lado de su pared hacen que Jeongin sienta ganas de maldecir a la persona que construyó el edificio por no poner paredes más gruesas. Hoy han cancelado sus clases en la universidad y su plan era dormir hasta tarde, pero sus ruidosos vecinos lo han despertado. Se pregunta cómo es que pueden tener tanta energía tan temprano cuando él a duras penas ha sido capaz de procesar quién es.
Estira su brazo mientras intenta despegar por completo sus ojos que aún pesan por el sueño para alcanzar su despertador y ver qué hora es. No son más que las siete de la mañana. Quiere darse de cabezazos contra la maldita pared y ver si así los chicos al otro lado se dan cuenta de que alguien vive en el apartamento contiguo y dejan de molestar. Nunca ha sido alguien agresivo, pero tiene muchas ganas de golpear a todos los que han perturbado su sueño. Un sueño que por primera vez en días no iba acompañado de esos extraños sueños de los que se despierta bañado en lágrimas.
Fruto de una determinación que no hubiese tenido de haber sido una hora más prudente y él no hubiese estado tan dormido y enfadado, se levanta para coger uno de los post-it que hay sobre su escritorio y garabatear rápidamente una frase. Sin molestarse siquiera en calzarse sale de su pequeño apartamento con el papel de un color naranja chillón en la mano. Una vez ante la puerta contigua lo pega sobre la superficie de la misma y da dos ligeros golpes. No espera a que alguien abra, sino que vuelve a entrar a su propia vivienda con rapidez.
Puede que estuviese lleno de determinación, pero las confrontaciones cara a cara nunca han sido lo suyo. Espera que con su simple llamada de atención por escrito para que bajen la voz baste para poder estar en paz un rato. Tampoco quiere ganarse una enemistad con alguien que vive al lado.
Unos minutos después de que haya vuelto ha entrar, cuando ya está dando por descartada la idea de volver a dormir ya que el sueño ha abandonado su organismo por completo, su puerta suena con dos ligeros golpes. Un poco nervioso por no esperar recibir visitas se acerca a la entrada, usando la mirilla para ver quién está al otro lado. No puede ver a nadie, por lo que termina por abrir la puerta extrañado. Sobre ella, por la parte de fuera, hay un papel que llama su atención. Colgada de la manilla hay una bolsa en la que puede entrever algunos paquetes de comida. Entra de nuevo a su casa leyendo la disculpa por el ruido que supone que han escrito sus vecinos. Sonríe ligeramente al pensar en que parece que son buenas personas que no se han tomado a mal su llamada de atención.
