Jisung y Minho eran una pareja que consumó su desdichado amor en la época de los ochenta antes de que su amargo final llegase.
Jeongin y Hyunjin son dos chicos que acuden a la misma universidad, ya en el año 2020, y que sienten miles de sensaciones...
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Minho simplemente se dedica a disfrutar de la tranquilidad en la que parece haberse sumido su casa desde hace unas horas. No sabe qué es lo que estarán haciendo sus hermanos, pero no le importa mucho mientras que lo dejen leer un rato. Últimamente ha pasado tanto tiempo con Jisung que tiene a sus libros completamente abandonados.
Se encuentra totalmente sumido en la lectura en uno de los sillones de la planta alta de su casa, por lo que casi no se da cuenta del ruido de las pisadas que suben por las escaleras. Mal asunto. Sí que se da cuenta de que su paz se ha terminado cuando la voz de su padre, ronca e igual de desagradable de escuchar que siempre, lo saca de golpe de su ensoñación.
-Siempre me he arrepentido de regalarte aquel libro cuando eras pequeño. Lo único que haces ahora es leer esas estúpidas novelas sin sentido. No sé qué clase de ejemplo quieres darle a tus hermanos perdiendo el tiempo de esa manera.
Lo único que puede hacer el adolescente ante el ataque es cerrar el objeto ante él con frustración, importándole poco si pierde la página en la que se encontraba. Un fuerte suspiro se escapa de sus labios sin poder evitarlo a la vez que rueda los ojos. Sabe que si se atreve a manifestar su frustración respondiendo algo para defenderse la situación acabará muy mal, y no precisamente para su padre.
Hace tiempo que ha aprendido que callar a veces es la mejor opción, aunque la contestación esté pesando tanto en la punta de su lengua que parezca difícil contenerla.
-Me pregunto por qué no usas tu tiempo para ayudarme a trabajar.- vuelve a la carga el adulto, no dispuesto a dejar que su hijo se vaya sin una reprimenda.- Tú eres el mayor, debes seguir el negocio familiar. Tenemos muchos deudores, y el número debe reducirse si queremos seguir haciendo ganancias como hasta ahora. No debes ser amable. Los pobres solo se acercan a la gente como nosotros por nuestro dinero.
-No quiero hacerlo.
Es una respuesta corta, pero puede ver como la furia se enciende en los ojos de su progenitor. Suspira de nuevo. La confrontación que pretendía evitar en un principio ya ha comenzado, por lo que no tiene sentido intentar contenerse por miedo. Al fin y al cabo, él encontrará la manera de culparlo de algo aunque no haga nada. Siempre es lo mismo.
Se levanta intentando mostrar una seguridad que hace tiempo que sabe perdida. Es un pobre intento de hacer resaltar que él también se ve amenazante, a pesar de que solo sea por la cabeza de altura que le saca.
Pero es más que obvio que está asustado. Está jodidamente asustado. Por mucho tiempo que pase ese hombre seguirá siendo el demonio que puebla todas sus pesadillas, y nunca se ha considerado alguien bueno superando sus miedos.
-No puedo aceptar una negación como respuesta. Nunca te he dicho que fuese una opción.- su tono autoritario comienza a hacer que todos los músculos de Minho se tensen. Se prepara para cualquier cosa que pueda pasar, desde gritos hasta golpes.
-Pero yo no quiero hacer daño a la gente. No lo entiendo. ¡No lo apruebo!
Sabe que la ha fastidiado completamente al levantar la voz. No es una buena idea hacerlo, pero ya es demasiado tarde como para rectificar.
