Desahogo

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Mi corazón se estrujó tan fuerte que la opresión que eso causó, me hizo difícil respirar adecuadamente. Todos los recuerdos que vivimos por todos estos años, vinieron en cadena, restregándome en la cara lo estúpida que fui al dejarlo todo por él. 

Eso es lo que más duele… no saber desde cuándo me mentía. No saber desde cuándo dejé de ser su prioridad y me convertí en un simple cero a la izquierda. Desde cuándo se estuvo burlando de mí a mis espaldas. Haya sido una mujer o un hombre el que estuviera ocupando mi lugar, no era lo más chocante, eso no le quita lo mucho que duele o la decepción que siento aquí en mi pecho, sino lo estúpida que fui.

—¿Así tienes el descaro de reclamarle algo a Zaira? ¡Eres una basura! — Dereck lo empujó tan fuerte contra la cama que la mitad de su cuerpo cayó sobre el otro hombre. 

Se supone que debía ser yo la más afectada, pero Dereck lucía mucho más enojado y alterado. Sus manos temblaban de la ira.

—¿Qué se siente que te hagan lo mismo? ¿Ah? ¿Verdad que duele? ¡Ahora estamos a mano!

Sus palabras fueron como un puñal en el centro del pecho. 

—¿Esto para ti es lo mismo? — logré formular, con ese nudo en la garganta—. No sabía que esto se trataba de quién lástima más al otro. 

—¿Cómo pudiste hacerle esto, imbécil? Si no estabas preparado para una relación estable y seria, mejor no la hubieras sacado de su casa, trayéndola a un país desconocido, a enfrentarse a esta vicisitudes. Creí que realmente te habías enamorado de ella y que por eso te comportabas como un ignorante, celándola hasta de su propia sombra, pero no, solo la estabas utilizando. Ahora me doy cuenta de tus verdaderas intenciones. La trajiste para darme por la cabeza a mí, para colgarte la medalla en el cuello de que pudiste conquistar a la mujer que me gusta. Tanto que hablaste de mí y me arrojaste piedras, cuando tu techo es de cristal. 

—Déjalo, Dereck. No vale la pena. Aquí estamos sobrando. 

Mi mirada coincidió con ese hombre y él fue quien la desvió primero. No puedo sentir rencor o remordimiento por ese sujeto, porque quien debía respetarme era Aníbal. Ahora entiendo muchas cosas que pasé desapercibido. El amor puede cegarte y volverte una estúpida. 

—Espera los papeles del divorcio. Hablaré con un abogado para que los trámite lo más pronto posible. Continúen en lo que estaban. Qué la pasen bien — me las arreglé para disfrazar mi dolor y decepción con una amarga sonrisa. 

No quería estar un segundo más ahí, sentía que me faltaba el aire. Mi corazón estaba a punto de estallar de dolor. Me subí al auto y solo miré a través de la ventana, luchando con esas lágrimas que estaban al borde de mis ojos. 

—¿Estás bien? 

—Estoy excelente. Ha sido un gran día, lleno de muchas sorpresas y… — ese nudo se agudizó y me tapé la cara, sintiendo esas lágrimas deslizarse por mi mejilla. 

Por más que traté de contenerlas, simplemente no pude. La presión era más fuerte que yo. Su mano se puso detrás de mi cabeza, presionándome contra su pecho. Descansó su mejilla en mi cabeza, mientras con que la otra mano se colocó en el centro de mi espalda, acariciándome de forma circular. 

—Aquí nadie te verá o te escuchará, calabacín. Descárgalo todo hasta que ya no te queden lágrimas o dolor. 

Promesa mortal I •Tetralogía mortal• [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora