—¿Y tú qué te has creído?
—¿Estás consciente de que aún no tienes control sobre lo que nos está pasando? ¿Qué harás allá cuando te sientas caliente?
—¡Cállate, pervertido!
—¿Por qué te pones tan roja? Aparte de eso, ¿cómo vas a calmar tu sed?
—Yo no quiero estar más aquí. Quiero ver a mis padres y estar con ellos.
—Podemos ir a verlos, pero no quedarnos mucho tiempo.
—Espera un momento, ¿a ti quién te está invitando?
—No te puedo dejar ir sola. Es mi responsabilidad estar pendiente de ti.
—¿Tu responsabilidad? — negué con la cabeza—. Claro, eso es.
—Yo te puedo llevar de una forma segura a Puerto Rico. El avión no es mío, pero tengo autorización para viajar con quién sea, cuándo y a dónde quiera.
—Típica vida de ricos.
—No te desquites conmigo, ¿sí?
—¿Cuándo me puedes llevar?
—Mañana mismo.
—¿Y por qué no hoy?
—Porque no quiero que tus padres te vean así. Levantemos ese ánimo.
Me trajo al apartamento y recogí mis cosas. Ni siquiera sabía a dónde me iba a llevar después. No quiero ir a la casa de su mamá.
—¿A dónde vamos ahora? No pensarás en llevarme a la casa de tu mamá, ¿verdad?
—No. Te llevaré a la mía. Está bien solitaria y abandonada, porque llevo casi un año sin quedarme en ella.
—¿Por qué?
—Tuve que mudarme a la casa de mis padres porque mi papá quería estar al pendiente de mí. Luego de eso, sucedió su accidente y me quedé cuidando de él. Tenía la esperanza de que algún milagro pasaría y él despertaría. Yo tampoco quiero regresar a esa casa que tan malos recuerdos me trae. Supongo que los dos estamos huyendo de los recuerdos y luchando con nuestra propia mente.
Me dio pesar, por alguna razón, mi corazón volvió a estrujarse en mi pecho al oír sus palabras. Tal vez no somos tan diferentes.
Me estuvo muy raro que me dejara en el auto mientras se bajaba en una pizzería. Trajo consigo dos grandes cajas de pizza y un padrino de coca cola. Puso las cajas en el asiento trasero y luego se subió.
—Hoy romperemos la dieta.
—Yo la rompo todos los días — solté naturalmente.
Su risa me contagió. Su casa no era como la de sus padres, algo que me sorprendió bastante. La casa de sus padres es como un palacio, en cambio esta era más parecida a la de mi mamá. Solo era de una planta. Eso sí, el jardín estaba limpio y lleno de hermosas flores. Él dijo que no había venido aquí hace mucho, pero alguien ha debido conservar los alrededores y regar las plantas. Por dentro se veía muy bonita la decoración.
Entramos a una habitación y por dentro era espaciosa. Tenía un televisor gigante que ocupaba casi la mitad del cuarto y una cama enorme. ¿Es este el paraíso en la tierra? Sentía unas inmensas ganas de tirarme de cabeza, pues la ropa de cama aparentaba ser bastante cómoda y suave, al igual que la cantidad de almohadones. Ahí caben más de ocho personas seguramente.
—Tienes un buen gusto.
—Imaginé que te gustaría, especialmente por el televisor. Sé que te gusta ver películas, por esa misma razón te traje a mi cuarto.
—¿Este es tu cuarto?
—Sí, pero también será tuyo.
—Espera un segundo, no estoy entendiendo nada.
—Es bastante grande. Tu tendrás una mitad de la cama y yo la otra. En tu lado podrás hacer lo que te plazca.
—¿Lo que sea? — sonreí ante la lluvia de ideas que tuve.
—Claro — sonrió malicioso.
—Siempre había querido saltar en una cama.
—Ah, saltar en la cama... ¿Mmm? Interesante. Ahora entiendo eso que dicen sobre que nunca dejamos de ser niños. Eres una ternurita.
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Promesa mortal I •Tetralogía mortal• [✓]
RomanceZaira es una mujer fuerte y decidida que lleva una vida normal junto a Aníbal, su pareja. La normalidad de su vida es interrumpida cuando de repente comienza a experimentar emociones que nunca había sentido hacia Dereck, su cuñado. Dereck es un ser...