Juego

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—Ese día yo mismo tomé en mis manos la fórmula. En el forcejeo que tuve con esos hombres, el frasco de cristal en el que se encontraba la fórmula se rompió en pedazos. Es solo que no tenía ninguna protección en mis manos. No pensé que fuera tan peligrosa, ni mucho menos que mi herida iba a infectarse. 

—Está bien. Digamos que eso fue un accidente, pero entonces, ¿por qué tu padre no ha encontrado una forma de curarnos? Él mismo creó ese virus. Llevaba mucho tiempo experimentando contigo, lo hizo conmigo también durante el embarazo, luego con nuestro hijo y ahora con mi hermana. Esto solo confirma que esa obsesión está por encima de su familia, de su esposa, de sus hijos. 

—Siento mucho haberlos arrastrado a esto. 

—No te sigas culpando, Dereck. Lo que quiero es que abras los ojos, que te des cuenta que ese señor no quiere ayudarnos, solo nos está usando como ratones de laboratorio. Tu papá se ha dejado cegar por la fascinación con su descubrimiento. Puso tu vida en peligro, la mía y la de nuestro hijo, pues es muy probable que lo de mi intoxicación la haya provocado él, también puso en peligro la vida de mi hermana. Es él quien nos ha arrastrado a esto. Ya ni siquiera me importa encontrar una cura para lo nuestro, todo lo que quiero es detener a ese señor, no quiero que siga arrastrando a más inocentes a esto. Entiendo que ames a tu papá y realmente me duele, porque sé que en este momento estás en una situación muy difícil, pero entiéndelo; tu papá ha enloquecido y no dudará en arrastrar a quien sea con tal de conseguir lo que sea que quiera. 

—Debemos comunicarnos con Aníbal y con mi mamá. Tenemos que llevarlos a un lugar seguro. Al menos mientras detenemos a mi papá. Ella aún no sabe que él está vivo, y creo que lo mejor será no saberlo nunca, eso le evitará un dolor y una decepción futura. 

Me duele; me duele mucho verlo tan afectado. Entiendo lo mucho que ama a su papá, no puedo juzgarlo por eso. Incluso sé lo decepcionado que se encuentra con él, puedo notarlo en su mirada y sentirlo aquí dentro de mi pecho. Quisiera aliviar esa carga, pero la única solución es encontrar a ese señor y detenerlo a tiempo.

Lo vi pasando trabajo y peleando con el teléfono del avión. Tal parece que la llamada no salía o quizá no se escuchaba bien. No estaba segura de lo que sucedía, pero solo por hacerle compañía, permanecí cerca suyo. 

—No funciona esa basura. 

—Mi celular no tiene señal tampoco — le comenté. 

—Solo espero que mi papá no se atreva a llegar tan lejos y sea capaz de lastimar a más personas, incluyendo en esa lista a mi mamá y a Aníbal. Sé que mi relación con Aníbal no es muy buena, pero sigue siendo mi hermano y no quiero que tenga que enfrentarse a lo mismo. Él aún es joven y tiene una vida por delante. 

—Llegaremos a tiempo, mi amor. Vamos a detenerlo. 

—Espero que siga en Los Angeles, y demos con él lo más pronto posible. Quemaré cada laboratorio, sin importar en las consecuencias. Tenemos que acabar con esto de una vez y por todas. 

—Estoy contigo. 

—¿Qué haría sin ti, muñeca? Tu y mi hijo son los únicos que me mantienen de pie ahora mismo. 

Escuchamos la voz alterada de mi hijo y fijamos la mirada al final del pasillo, viendo cómo sujetaba el cuello de la azafata con tanta furia que pensé que se lo quebraría. 

—¡Ian! — los dos corrimos a su dirección, y tratamos de apaciguar su furia. 

Sus ojos se veían muy oscuros, pensé que se trataba de un episodio como los nuestros, pero al final, ese no pareció ser el caso. Miró de arriba abajo a la azafata y la arrojó hacia el otro lado del pasillo con tanta fuerza que cayó de lleno al suelo y el tacón se le rompió. 

—Si el abuelo quiere jugar sucio, pues yo tengo un juego más divertido para mostrarle. 

Promesa mortal I •Tetralogía mortal• [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora