Rebeldía

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Mi mujer y yo nos sincronizamos, pues salimos al mismo tiempo de la oficina para ir en busca de nuestro hijo. Lo alcanzamos a ver a él y a Maya en el laboratorio general, a través de la vitrina, hablando como si se conocieran de toda la vida y sonriendo entre sí.  No sabemos de qué hablaban, pero el solo hecho de verlos juntos y así de cerca, a los dos nos generó preocupación, y no era para menos. Ian se percató de nuestra presencia, y fue él mismo quien abrió la puerta para que tuviéramos acceso al área. 

—¿Qué fue lo que dije? — Zaira apartó a nuestro hijo a una esquina. 

—No sé por qué armas tanto alboroto. ¿Por qué piensas que soy un peligro para tu hijo? — Maya se levantó con dificultad de la silla, usando de apoyo el respaldo para mantenerse de pie.

—Simplemente no los quiero cerca. 

Mi hijo no dejaba de mirarla, pero era ella quien no se atrevía a mirarlo de vuelta. 

—¿Qué hacían? — indague. 

—Le estaba dando comida, papá. 

—¿La alimentaste? ¿Qué le diste?

—Lo que el abuelo le trajo. ¿Puedo saber por qué les preocupa tanto que esté cerca de ella? Están actuando muy a la defensiva. 

—Hablaremos de eso cuando lleguemos a la casa. Por lo pronto, lo mejor será irnos. Nos espera un largo viaje de vuelta. 

—¿Y ella qué? No pensarán dejarla aquí, ¿o sí? 

—Tu tía está enferma y debe quedarse, mi amor — le respondió Zaira. 

—Una persona enferma necesita atención, ayuda y compañía. ¿No es eso lo que me han enseñado?

Nos jugó una carta en nuestra contra. Para mí estaba claro que su posición iba a ser firme. Su actitud y postura parecía a la de un adolescente rebelde. 

—En este caso no aplica — le respondí. 

—¿Ser empático, compasivo y ayudar al prójimo no aplica en este caso, papá? — levantó una ceja, y traté de mantener la calma, antes de explotar por esa actitud que estaba asumiendo.

—Eres un niño. No puedes quedarte aquí. 

—El abuelo dice que ustedes siempre me tratan como un niño, pero que en realidad no lo soy. ¿Qué quiso decir con eso? 

—Tu deber es estar con tus padres. ¿Acaso nos piensas dejar solos? Nosotros también te necesitamos, mi príncipe— añadió Zaira. 

—Pero siempre me tienen con ustedes. Ella necesita ayuda y compañía también. Es mi deber como sobrino, apoyar a mi tía en los momentos difíciles. 

—Estoy de acuerdo con mi nieto — mi papá entró al laboratorio, acomodándose la bata. 

—Pues, aunque te molestes y no quieras, vendrás con nosotros y no se discute— le hablé con autoridad, y no le quedó más remedio que bajar la mirada. 

—Abuelo, ¿cuánto tiempo deberá quedarse mi tía en este lugar? 

—El que sea necesario, pequeño— nos miró a nosotros y se quitó los espejuelos—. Ustedes siempre prohibiéndole todo a ese pobre niño. 

—No quieras jugar en nuestra contra, papá. No soy imbécil. 

Ian intentó soltarse de los brazos de Zaira, con intenciones de acercarse a Maya, pero ella no lo soltó. 

—¿Qué crees que haces?

—¿También me vas a prohibir despedirme, mamá? 

—Puedes hacerlo desde aquí. 

—Fue un gusto conocerte, tía — soltó en voz alta—. Recupérate, por favor. Espero volver a verte pronto — con una sonrisa de oreja a oreja, salió del laboratorio, dejándonos a todos con la boca abierta. 

Su actitud cambió de un momento a otro, especialmente desde que se cruzó con Maya. Algo me dice que esta prueba se va a volver más difícil ahora. 

Promesa mortal I •Tetralogía mortal• [✓] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora