Capítulo XII (II)

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El camino de malas decisiones que hasta el momento lo había arrastrado a ese escenario tenía un rostro y ahora se estaba riendo de él. Lo podía ver; ojos tan negros como la oscuridad en un pozo sin fondo, con curvaturas que se volvían finas al tocar su cien, una sonrisa torcida que se descocía en las comisuras de sus labios y le permitía ver toda su afilada dentadura, piel grisácea repleta de grumos más oscuros, y arrugas, muchas, demasiadas arrugas. Ese era el rostro de sus pesadillas, pero también el de su realidad.

Cuando se debatía internamente entre el mar de posibilidades de lo que hubiera podido ser desde el principio ese rostro lanzaba una carcajada directamente hacia él y escupía sobre toda su piel. Cuando imaginaba un escenario donde él no escapaba de casa y Katsuki llegaba hasta él con ayuda, cuando soñaba con que sus vecinos llamaban a tiempo a la policía y detenían a su padre antes de destrozar la vida de su madre, cuando creía que hubiera sido mejor no haber contado nada sobre aquel libro de rituales...Cuando todo eso pasaba por su cabeza eso se reía de él.

Y vaya que tenía razones para hacerlo si su vida era un circo, una montaña rusa de divertidas caídas donde todos reían y gritaban emocionados por volver a repetir el recorrido, donde todos disfrutaban del viaje y el paisaje, todos menos él.

Un ejemplo claro era lo que estaba sucediendo justo en ese preciso momento, persiguiendo a su grupo de agresores mientras ellos reían divertidos y coincidían en lo que harían después. Era una completa y absoluta ridiculez que él podría parar con una simple llamada a Yagi o un grito de auxilio hacia cualquier lado de la concurrida calle por donde caminaban, pero no lo hacía, ¿Por miedo? ¿Por sentir que en verdad merecía todo eso? Quién sabe.

Los tres iban unos pasos por delante mientras él mantenía la cabeza baja y procuraba no hacer algún movimiento que activara más aún la furia que desquitarían prontamente contra él. Porque lo sabía, sabía que iban de camino a la guillotina y él no estaba haciendo nada para evitarlo.

¿Por qué los siguió en primer lugar? Se encontraba en la preparatoria, justo frente a la sala del rector cuando el resto de su grupo de cinco admiradores aparecieron para llevárselo, pudo regresar a la sala del rector y alertarlo, pudo quedarse ahí y esperar por Yagi, pero no lo hizo, muy por el contrario, decidió que lo mejor sería seguirlos y terminar con todo eso de una buena vez. Y ahora ahí estaba, deteniéndose en una esquina cuando los tres bravucones se encontraron con los otros dos que habían sido recientemente suspendidos.

Llevaban la camisa del uniforme desarreglada y las mochilas habían desaparecido de sus espaldas, no sabía dónde podrían haberlas dejado en tan poco tiempo que demoraron en salir y eso tampoco le interesaba realmente. Quiso suspirar, pero terminó apretando los labios con fuerza hasta sentir que los dientes lastimaban la suave piel interna. Tenía miedo de hacer el más mínimo ruido y ser percibido por esos dos que claramente irradiaban furia y deseos de descargarla toda en el rostro de alguien pecoso como él.

Sus intentos de no ser notado fueron en vano pues los dos chicos recién llegados se abrieron paso entre los otros tres y se dirigieron directamente hacia él, con sus sonrisas reflejando muchas emociones negativas. Izuku no pudo evitar hacer la comparación de sus rostros con aquel que representa sus malas decisiones en la vida.

—Bueno, aquí nos tienes, Yagi. Los buenos amigos reunidos nuevamente después de ese triste inconveniente de hace un momento, ¿Qué te parece? —El chico de cabello oscuro se acercó a Izuku y cruzó su brazo por encima de los hombros de Izuku con soltura, tal como si fueran dos grandes amigos quedando para perder algo de tiempo en algo divertido. Si su intención era el no llamar la atención lo estaban consiguiendo—. Vamos, Yagi, tienes que arreglarte un poco.

—Venga, yo te ayudo.

Las manos bruscas del chico de ojos claros se posaron en su camisa, de un tirón la sacó del interior de su pantalón con una mano mientras la otra se encargaba de desabrochar hasta el cuarto botón, revolvieron sus cabellos un poco y la mochila fue a parar a las manos del más alto de todos.

Infierno Celestial [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora