Capítulo Uno, Una vida nueva y tranquila.
Era un día ni muy frío, ni muy caliente, el sol pegaba justo encima de sus cabezas y el arrullo de los árboles tranquilizaba a Frank de una manera descomunal, nunca había estado tan tranquilo.-Vamos mamá - decía el jovencito de dieciocho años después de que su madre se negase a dejar de compartir su casa con su hijo menor. - Será un tiempo. - sonrió tomándola por la cintura y besando su mejilla.
Frank había decidido mudarse al centro de Jersey, la zona comercial y llena de gente siempre le gustó, más en la noche dónde los murmullos no cesaban y podía dormir tranquilo, pero esa no era la excepción, pensó en mudarse a New York, pero ahí no hay playa y mucho menos tranquilidad. Wall Street sería demasiado fuerte para él.
Besó de nuevo la mejilla de su madre, pero algo no estaba bien, estaba mojada. - No llores, mamá - acarició una de sus manos y besó su cuello, apoyando todo su cuerpo contra la espalda de su madre, Dios que esa mujer era una exagerada, pero igual era tiempo de desprenderse.
-Pero... ¿Qué haré yo? - preguntó ella dándose vuelta, y dejando ver a su primogénito, sus ojos avellana bañados en lágrimas, sorbió su nariz, y acomodó su delantal de cocina floreado, soltándose de él.
-Mamá, no me voy a New York. - sonrió y pasó una de sus manos por las mejillas de Linda Pricolo tratando de tranquilizarla.
-Pero me dejarás sola. - susurró ella, abrazándolo de nuevo, ahora estrechándo sus cuerpos en un abrazos más que maternal, era amor puro, amor de madre.
-Promero venir a visitarte, pero tengo que ir. - dijo al separarse, y vió que Linda sonrió, sus cachetes redorgetes y su pequeña nariz brillaron. - Tengo la beca de estudio en la Universidad y.. - ella asintió.
Frank supo que eso era un sí.
-Está bien, pero juro que si no vienes, me translado contigo. - puso una mano en su pecho y Frank soltó una carcajada, más la seriedad de su madre, le hizo saber que era una completa verdad.
-Prometo llamarte cada semana. - prometió y besó el frente de su mano, como los caballeros de antes, pactando.
-Te amo Frankie. - dijo ella una vez en la puerta de su casa.
Un taxi estaba estacionado en la puerta de la casa Iero.
-Y yo a tí mamá. - besó su frente y vió de nuevo, sus ojos cristalizados. - Prométeme que si algo pasa con él, me llamarás o irás directo al departamento. - dijo firme y tomando una de sus manos.
Ella solamente asintió, sabiendo que quizás si él se metía de nuevo con ella, no había posibilidades de salir. - Si no tengo noticias de tu persona en toda una semana, juro por ese Dios en que tanto crees, que vendré y te llevaré conmigo, aún así si él está matándome.
Ella negó y sus lágrimas salieron en silencio, rompiendo en dos a Frank.
-Mamá, si Cheech llega a hacerte algo, lo mato con mis manos. - sentenció besando su nariz y tomando una de sus maletas, se dirigió al taxi.
Iniciando una nueva vida, tranquila y llena de música.
*
-¡En tanto tenga lo suficiente, prometo irme bien lejos! - gritó el de pelo negro a su madre, quién estaba cansada de la actitud de su hijo mayor, ciertamente éste había llegado borracho y con los pantalones bajos.
-¡Dejarás a tu hermano! - gritó Donna Way, levantándose al ver que el pelinegro subía con dificultad las viejas escaleras.
Gerard se detuvo y pensó en Michael, el pequeño castaño de dieciocho años y de anteojos que ponía emoción y razocinio en su vida. - Pues, entonces cuando él tenga una vida, te dejaré malditamente sola y no me verás la cara, por el resto de tu jodida vida. - susurró subiendo hacia su cuarto, dónde al llegar, vió a su menudo hermano llorando contra una de las paredes del armario.
-¿Mikey? - preguntó confundio y éste levantó la mirada, al ver los ojos verdes rojos y distorcionados corrió la mirada y volvió a ocultar su cara entre las rodillas, ignorando cómo la mano de su hermano mayor se pasaba por su espalda, y un peso se sumaba a su costado.
Gerard se había sentado a su lado, y Mikey pudo deducir que estaba llorando, al escuchar la respiración agitada y algún gimoteo que se escapaba de la fina boca del pelinegro.
Cuando pudo recobrar su voz, dijo. - Gerard, sólo vete cuando yo me vaya de este lugar.
Gerard sin decir nada, asintió, y abrazó a su hermano por la espalda. - Te lo prometo.
Nunca se sabe donde la vida nos va a llevar. Ni con quién nos vamos a encontrar.
Siempre hay alguien parecido a nosotros, y a veces está ahí al lado nuestro.
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El odio hace al amor |Frerard| Terminado
FanfictionTodos tenemos un vecino molesto, ya sea por los gritos, olor a alcohol o fiestas, ladridos, humedad en la puta pared, televisión muy fuerte o en este caso golpes de cama hacia la pared. Frank no hacía más que dormir cuando un fuerte golpe en la cabe...