Equivocados

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Ambos cuerpos en aquella habitación eran separados solamente por algunas sábanas que cubrían su desnudez, sin embargo podía sentirse en el ambiente que nada los estaba uniendo más que el sexo que acababan de tener. La mujer de pelo negro dejaba al descubierto su espalda desnuda, respirando calmadamente y por su parte el hombre de tez pálida murmuraba palabras inaudibles para cualquier oído y movía sus manos apretando las sábanas para cubrirse hasta la cabeza. Removió su cuerpo sintiendo un peso alejado a su izquierda, y aún dormido frunció el seño, él no acostumbraba a dormir hasta tan tarde, ya que cuando lo hacía su cabeza se partía en millones de pedazos porque ahora lo que sentía cuando tocaba su cabeza eran sus mechones negros tanto enredados como sucios y un dolor insoportable en la parte posterior de su cabeza.

Abrió los ojos destapándose y ese definitivamente no era el techo de su departamento, mirando a su derecha una pequeña mesita de luz de madera oscura y un reloj despertador blanco le decían que eran exactamente las tres de la tarde. A su cabeza vino Frank, y luego Mikey regañándolo. Mordió sus labios con fuerza mientras se sentaba en la cama, miraba su desnudez y la de Lindsey, pasó ambas manos por su cabello despeinándolo con bruteza. Él no debería estar ahí, ¿o no? 

Por alguna u otra razón sentía que estaba traicionando a Frank, quizás tenía ganas de detenerse por él, nadie le hacía sentir al igual que el castaño, nadie provocaba lo que él. Lo comprobó con su mejor amiga rubia y con Lindsey. 

Una vez quizás era posible, pero ya dos era demasiado; se pudo recordar a sí mismo gemir el nombre de aquél músico de Belleville ambas veces. Frank estaba últimamente en todos lados y más aún cuando cerraba sus ojos, él solo podía tratarlo mal. En realidad si Gerard se ponía a pensar no era tan así, jamás había tratado así a nadie. Tratarlo como lo trataba era quizás demasiado.

Unas manos suaves acariciaron su vientre, el tacto suave iba directamente a su miembro que aquella mañana como nunca, no demostraba signo de excitación, cuando miró que la mano de la pelinegra rodeaba su intimidad por debajo de las sábanas blancas, trató de separarla- No, Lindsey... - murmuró tomando su delgada mano alejándola despacio, aún estaba consternado por lo que estaba sintiendo. Más confundida estaba la pelinegra quien frunció las cejas cuando Gerard se paró, alejándose de la cama y pronto comenzó a caminar recogiendo sus cosas del suelo. La desnudez del pelinegro no tenía matices como la mayoría de las personas que Lindsey había visto, era pálido en su totalidad, era algo así como rosa la parte más íntima que ahora estaba cubierta por un bóxer negro. Ella volvió la vista hacia los ojos verdes que la miraban pensantes desde la esquina donde la puerta del baño estaba.

-¿Qué pasa? - preguntó la pelinegra y Gerard negó fuertemente subiendo sus pantalones de jean, dejando solamente su torso al descubierto. Lindsey iba a destaparse por completo para así bañarse pero las palabras frías y calculadas del pelinegro sonaron con fuerza mientras lo veía rascar su cabeza.

-Esto no va a repetirse. - sonaba su voz de manera corpórea como si todo el alma de aquél hombre estuviese ahí, hablando por él. Lindsey arqueó una ceja ante la reciente desvinculación que planteó la persona que tantas veces la había llevado a la cama.

-¿Es por el pendejo aquél? - sonrió de manera cínica recordando cuando vio a Mikey correr detrás del acompañante de Gerard la noche anterior desde aquél rincón - ¿En serio Gerard?¿vas a cambiar todo ésto por un niño? - preguntó tocando su pierna derecha por encima de la sábana, que ahora solo cubría su parte inferior a partir de su cintura dejando expuestos sus pechos, el pelinegro sintió un deja-vú, uno que no le gustó en lo absoluto.

La incredulidad enfureció sin razón a Gerard quien solamente ignorándola colocó sus zapatillas lo más rápido que pudo, la mirada marrón de la pelinegra lo asustaba cada vez más, nunca le habían puesto así en cuestión, jamás fue cuestionado de esa manera. Estando listo para salir, calzó su remera azul y chaqueta negra, dándole la espalda y tomando el picaporte de metal, escuchó las carcajadas de Lindsey.

El odio hace al amor |Frerard| TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora