Gerard, enamorado

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Las cosas con Mikey iban bastante mal, más que nada porque su hermano menor había hablado con Frank sobre él. No tuvo nada de malo o al menos eso quería pensar, pero realmente no sabía si estaba enamorado como para que su jodido hermanito lo confirmase con el castaño.

Bueno, en realidad hace un hacía un tiempo la vez que Mikey le tiró debajo de la lluvia artificial después de la charla con Bob, había llegado a la conclusión que Frank era único, era todo aquello que le hacía bien.

-¿Qué te pasa, Gerard? - la voz de Bob retumbó en sus oídos y parpadeó mirando al rubio que era iluminado por el sol de la plaza. Era extraño verlo sin luces azules de neón dándole directo en la cara. Gerard en un pensamiento rápido, se preguntó cómo mierda hacia Bob para tener de novio a su hermano, sostener un bar y ser baterista de una banda (aguantando a Mikey), también.

Ambos estaban sentados en un banco algo así como verde, en la plaza más alejada del centro de Jersey donde la costa de New York se veía sin mucha dificultad, un solo puente a su izquierda dividiendo las tan diferentes ciudades. El pelinegro sostenía en su mano derecha un cigarrillo que realmente, se consumía solo o ante la azulada mirada de su mejor amigo. Después de la incómoda despedida en el departamento de Frank, Gerard mensajeó con un adormilado Bob que no se preocupó en mandar maldiciones a su madre, pero eso ya no importaba, porque respirando el fresco aire del río frente a ellos, el pelinegro suspiró cruzándose de piernas sobre el banco.

-¿Te acostaste con él? - la pregunta salió golpeando los oídos de Gerard con algo de fuerza, el de ojos verdes le miró de reojo, - Me estás jodiendo... - la risotada casi sale de la cara con barba rubia, pero algo le hizo parar su intento de sonrisa, y bajar su vista hacia donde el pelinegro miraba; directo al suelo de piedras pequeñas. - ¿Qué pasó?

-Nada, no pasó nada... - Gerard negó llevando por primera vez en quince minutos el cigarrillo semi consumido hacia sus labios, para aspirar y rápidamente largar un suspiro blanco.

-¿Entonces, cuál es el maldito problema? - Bob le miró penetrando todo su cuerpo con los ojos azules que le hicieron flaquear. Gerard negó otra vez, mordiendo sus labios a la vez que miraba los autos que a la distancia pasaban hacia New York. - Oh... - y la pequeña risita burlona de Bob salió a flote, impacientando al pelinegro que en un impulso tiró lejos, casi en la orilla de aquél río.

Un horrible deja vu llegó a su cabeza. Ya había hablado con Bob de esto una vez, y no quería volver a repetirlo. Era difícil cambiar, y lo estaba intentando con todas sus ganas, porque, vamos, en su maldita vida había pasado de largo la gran siesta desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde del mismo día, y en vez de eso, fue con Frank con un café doble y negro.

-¿Cómo sabes si estás enamorado o no?

La carcajada limpia salió de los labios cubiertos por la creciente barba, y una ventisca le hizo erizar la piel, sin embargo no reclamó ni pidió piedad por la burla, solo cerró su boca mirando cómo el río comenzaba a agitarse por el viento, y escuchó las palabras de Bob.

-Estás como drogado, - la risita escapó de los labios contrarios, Gerard solo prestaba atención, - te preocupa esa persona, mierda, Gerard... solo lo sabes.

-¿Y cómo lo sé?

Bob pareció hartarse porque todo su cuerpo se acomodó frente a Gerard, y rodó los ojos, - Mira, cuando beso a tu maldito hermano siento que todo lo malo desaparece, - el pelinegro hizo solo un pequeño gesto agarrando la parte izquierda de su pecho sintiendo sus latidos un más fuertes de lo usual. - Es como si toda la mierda se fuera a volar un segundo... - las palabras del rubio eran casi para sí mismo, ya no hablando con su mejor amigo, sino, dándose cuenta de lo que pocas veces había dejado salir, y cuando salió de su trance, vio los ojos de Gerard cristalizados acompañados de su mano que apretaba su propia chaqueta. - ¿Entonces, podemos hablar de amor?

Gerard arrugó su nariz y miró la sonrisa Bob en un largo asentimiento, porque sí, y no podía negarlo más, estaba enamorado de Frank.

*

-Frank... - los ojos avellana le miraron quietos y grandes, en busca de algo que ni siquiera él sabia pero solo miraba a Jamia con mitad de una oreo en su boca, mitad que dejó sobre la mesa de la cocina al ver que ella fruncía el seño, habían tenido una gran y larga charla que solamente se basó en el beso que Frank había plantado en los labios de Gerard cuando éste algo avergonzado despertó frente a su vieja compañera de piso, - ¿Vas a acostarte con ese tipo?

Cualquiera que escuchase la pregunta desde lejos, pensaría que la mujer pelinegra que cortaba verduras sobre la cocina de su departamento, era una metida o algo así, pero para Frank, Jamia era su confidente y alma gemela. Y pensó en su pregunta, y quizás faltaba mucho para que haga el amor con el pelinegro. Jamia le miraba con una media sonrisa una vez que metió la calabaza al fuego y él seguía pensando apoyado sobre la mesada color café. Una media sonrisa asomó en sus dientes disparejos y mojando sus labios con su lengua habló;

- Eventualmente va a pasar.



No muy interesante, pero se adelanta a los sucesos. Nos leemos!!

El odio hace al amor |Frerard| TerminadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora