4.

1K 106 16
                                    

-Le enviaré un carro a buscarlo mañana a las diez.

-No pienso ir.

-Vendrá.

El recuerdo de aquel diálogo tuvo a Jimin preocupado toda la noche, resonando en sus sueños, y lo hizo despertar más temprano que de costumbre a la mañana siguiente.

¡Oh, cuánto le gustaría darle su merecido Jeon JungKook! Sin embargo, iba a tener que enfrentarse al hecho de que hubiera adquirido de tapadillo su novela Un caballero inacabado. No quería que la publicase, ni él ni nadie.

Habían transcurrido un buen puñado de años desde que escribió aquella obra y, aunque en su momento había dado lo mejor de sí mismo, no cabía dudar de que la novela contenía muchos fallos de argumento y caracterización. Si llegaba a editarse, Jimin temía que sufriera una dura reseña por parte de los críticos y fuera vilipendiado por los lectores, a no ser que se hicieran numerosas revisiones. Además, no disponía de tiempo ni ganas para tomarse la penosa molestia de trabajar en una novela por la que tan sólo le habían pagado poco. Así pues, tendría que recuperar el libro de manos de Jeon.

También estaba la cuestión del potencial chantaje. Si Jeon hacía correr por toda la ciudad el rumor de que Jimin hacía uso de profesionales del sexo, su reputación y su carrera quedarían por los suelos. De alguna manera tendría que obtener de JungKook la promesa de que jamás diría una sola palabra a nadie acerca de aquel horroroso cumpleaños.

Pero también, y por más que odiase admitirlo, sentía curiosidad. Daba igual lo mucho que se reprendiese a sí mismo por permitir que lo dominase su maldita curiosidad: quería ver la empresa de Jeon, sus libros, su departamento de encuadernación, sus oficinas y todo lo que hubiera en el interior de aquel enorme edificio.
Con la ayuda de EunJin, se arreglo para el encuentro con lo más sencillo que tenía.

—Está precioso. Solo le pido, no vaya a matar a nadie.—comentó EunJin.

Jimin rió, a pesar de su nerviosismo interior.

—A decir verdad, me gustaría cortarle la cabeza a cierto caballero- dijo—. Pero, en lugar de eso, tendré que conformarme con castigarlo.

—¿Va a ver a su editor, pues? —La estrecha cara de EunJin parecía la de una inquisitiva criatura de los bosques.

El rubio se apresuró a negar con la cabeza.

—No es mi editor, ni lo será nunca. Tengo la intención de dejarle eso muy claro esta mañana.

—Ah. —La expresión de la doncella se iluminó con vivo interés.—¿Se trata de algún caballero al que conoció anoche en la cena? Cuéntemelo, señorito Jimin... ¿Es apuesto?

—No me fijé en eso —replicó Jimin en tono cortante.

EunJin corrió a buscar el abrigo de su señor, reprimiendo una sonrisa.

Mientras ella se ocupaba de acomodar el abrigo alrededor de los hombros de Jimin, llegó el lacayo, Juwon.

—Señorito Jimin, ya está aquí el carro.

El criado, de mediana edad, tenía el rostro enrojecido a causa de la cortante brisa de noviembre. Su librea desprendía un olor fresco, casi helado, que se mezclaba con el seco aroma de los polvos blancos que usaba para el pelo. Acompañó a Jimin al exterior.

-Tenga cuidado con dónde pisa, señorito Jimin —le advirtió—. Hay una placa de hielo sobre el primer escalón... Hace un día húmedo e invernal.

—Gracias, Juwon.

Jimin apreciaba la preocupación del lacayo. Aunque carecía de la estatura deseable, pues la mayor parte de las buenas familias preferían contratar sólo a aquellos que medían como mínimo un metro ochenta, Juwon, compensaba aquella falta de complexión física con una excelente eficiencia.

𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora