Una suave brisa soplaba entre las hojas trayendo consigo el aroma a tierra recién removida y a flores de lavanda.
Jimin se adentró en un extremo de la terraza, allí donde quedaba totalmente oculto a la vista. Al recostarse contra el muro de la casa, pudo sentir la textura áspera del ladrillo rojo.
Las puertas se abrieron y volvieron a cerrarse. Jimin miró a un costado. Sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, por lo que quedó momentáneamente deslumbrado debido a la luz proveniente del interior.
—Que pronto has vuelto, TaeHyung. La fila de gente que aguardaba delante del ponche debe de haberse acortado mucho desde que llegamos.
No hubo respuesta. Al instante, Jimin se percató de que la oscura silueta que tenía enfrente no era la de Kim TaeHyung. El hombre que se acercaba a el era alto, de hombros anchos, y se movía con una gracia sigilosa que no podía pertenecer a otra persona que no fuera Jeon JungKook.
La noche se convirtió en un torbellino que giraba a su alrededor. Se balanceó sobre sus pies, manteniendo un precario equilibrio. Había algo alarmante y deliberado en los movimientos de JungKook, como si estuviera preparándose para acorralarlo y devorarlo, igual que haría un tigre con su presa.
—¿Qué es lo que quieres? —le pregunto cauteloso-. Te lo advierto está a punto de regresar el señor Kim, y...
—Hola, Jimin. —Su voz era sedosa y amenazante—. ¿Hay algo que desees decirme?
—¿Cómo? —Jimin sacudió la cabeza en un gesto de negación desconcertada—. No deberías estar aquí esta noche. Me dijiste que no pensabas venir. ¿Por qué...?
—Quería daros mi enhorabuena a ti y a Kim.
—Oh. Muy amable de tu parte.
—Eso parece pensar también Kim. Acabo de hablar con él hace apenas un minuto.
Jimin experimentó una oleada de inquietud cuando se inclinó sobre el la imponente figura de JungKook. De manera inexplicable, empezaron a castañetearle los dientes, como si su cuerpo fuese consciente de algo desagradable que su mente no había aceptado todavía.
—¿De qué habéis hablado?
—Adivina. —Como Jimin se obstinaba en guardar silencio, temblando, el pelinegro alzó una mano para tocarlo al tiempo que dejaba escapar como un gruñido—: Pequeño cobarde.
Demasiado aturdido para reaccionar, Jimin se puso rígido cuando los castigadores brazos de JungKook se cerraron alrededor de su cuerpo. Su mano lo aferró por la nuca, y lo obligó a alzar el rostro.
El rubio lanzó una exclamación ahogada, hizo un movimiento para zafarse, pero la boca de JungKook descendió sobre el y capturó la suya, ardiente, insistente, acaparando con ansia su calor y su sabor. Jimin se estremeció y trató de empujarlo, luchando por no hacer caso del salvaje placer que estalló dentro de su cuerpo, de la reacción vehemente que experimentó, inmune a la vergüenza y a la razón.
El calor y la presión de los labios de JungKook constituían una auténtica delicia, y el deseo voraz que sintió de él fue tan grande que, de hecho, jadeaba cuando se apartó de sus labios.Retrocedió con paso inseguro, luchando por recuperar el equilibrio en una noche que, de manera disparatada, había perdido el rumbo. Su espalda topó contra el muro de ladrillo, y ya no pudo replegarse más.
-Estás loco-susurró con el corazón retumbando con dolorosa violencia.
-Dime Jimin —dijo él con rudeza. Sus manos recorrían el cuerpo del rubio haciéndolo estremece bajo su ropa—. Dime lo que deberías haberme dicho esta mañana en mi despacho.
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𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉
FanfictionSoltero y todavía virgen, el novelista Park Jimin no está dispuesto a recibir su trigésimo cumpleaños sin haber hecho el amor. Cuando Jeon JungKook llama a su puerta, cree que se trata del regalo que se ha hecho a sí mismo: un hombre contratado para...