11.

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Los familiares de Jimin no se alegraron en absoluto cuando supieron que no iba a acudir con ellos para lo que restaba de las vacaciones. Dieron a conocer su disgusto mediante un aluvión de cartas que Jimin declinó contestar. Por lo general, se habría tomado la molestia de hacer que volvieran las aguas a su cauce, pero a medida que iban pasando los días, no lograba encontrar las fuerzas necesarias para hacerlo. Toda su existencia se centraba ahora en Jeon JungKook.

Las horas en las que estaban separados transcurrían con una insoportable lentitud, en tanto que las noches pasaban volando en un dulce frenesí. JungKook iba a verlo al caer la noche y se marchaba justo antes del amanecer, y cada hora que pasaba entre sus brazos le servía sólo para ansiar más de él.

JungKook lo trataba como ningún otro lo había tratado nunca, no lo consideraba un resignado soltero sino un hombre cálido y apasionado. En aquellas ocasiones en las que a Jimin le podían sus inhibiciones, él le tomaba el pelo sin piedad y le provocaba un estallido de genio que el rubio jamás hubiera creído posible. En cambio, había otras veces en las que el pelinegro cambiaba de estado de ánimo y dejaba de ser un canalla burlón para convertirse en tierno amante. Era capaz de pasar horas abrazándolo y acariciándolo, haciéndole el amor con exquisita dulzura. Durante esas ocasiones, parecía comprenderlo con una claridad que llegaba a asustarlo, pues parecía poder leer el fondo mismo de su alma.

Tal como lo habían acordado, JungKook lo obligó a leer determinados capítulos del libro de Jin y disfrutó sin disimulo al comprobar la incomodidad que le producía a Jimin tener que llevar a la práctica algunas escenas concretas.

—No puedo —dijo una noche con voz ahogada, al tiempo que subía las sábanas para tapar su sonrojo—. Simplemente, no puedo. Elige otra cosa. Haré lo que sea, excepto eso.

—Me prometiste que lo intentarías —le replicó JungKook con los ojos brillantes de diversión, tirando de las sábanas.

—No recuerdo nada de eso.

—Cobarde. —JungKook lo besó en lo alto de la espalda y fue descendiendo por la columna vertebral. Jimin lo notó sonreír—. Sé valiente, Jimin —le susurró—. No tienes nada que perder.

—¡Sólo el respeto por mí mismo!

Trató de zafarse, pero él lo sujetó y le mordisqueó con delicadeza en el sensible punto que tenía entre los omóplatos.

—Sólo inténtalo —lo engatusó—. Primero te lo haré yo a ti. ¿No te gustaría eso? —Lo volvió boca arriba y lo besó en su tembloroso vientre—. Quiero saber a qué sabes —murmuró—Quiero probarte.

Si fuera posible morirse de humillación, Jimin habría expirado allí mismo, en aquel momento.

—Quizá más adelante —dijo—. Necesito un poco de tiempo para acostumbrarme a la idea.

En los ojos de JungKook se mezcló el ardor con una silenciosa carcajada.

—Tú decidiste limitar nuestra relación a tres meses. Eso no nos deja mucho tiempo. —Su boca jugueteó alrededor del pequeño círculo que formaba el ombligo, el calor de su aliento se proyectaba sobre el hueco del mismo—. Un beso —lo instó, al tiempo que bajaba y lo tocaba con un dedo.—. Justo aquí. ¿Será demasiado para ti soportar eso?

El rubio emitió un sonido de impotencia al notar el contacto de aquel dedo.

—Sólo uno —dijo inseguro.

JungKook bajó la cabeza, y Jimin sintió cómo sus dedos se movían a través de su sexo con delicadeza. A continuación abrió la boca y empezó a investigar con la lengua en una caricia circular. Jimin acusó el tirón de un intenso placer en cada uno de sus miembros, todos sus nervios gritaron pidiendo más, todo pensamiento coherente quedó hecho pedazos ante la visión de la cabeza de JungKook entre sus muslos.

𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora