3.

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Tras la muerte de su padre, no le costó tomar la decisión de trasladarse a vivir a Seúl. Podría haberse quedado sin problemas en Busan: se encontraba cerca de la ciudad y allí también había unos cuantos editores importantes. Siempre había vivido en Busan, y las familias de sus dos hermanos estaban cerca, aparte del hecho de haber heredado la pequeña pero confortable mansión Park según rezaba el testamento de su padre.

No obstante, tras el funeral de su padre, Jimin vendió enseguida la casa, lo cual provocó los aullidos de protesta de sus hermanos, Jiyong y Taemin. En aquella casa habían nacido los tres, le dijeron enfadados, y el no tenía derecho a vender una parte fundamental de la historia de la familia.

Jimin recibió las críticas con aparente paciencia pero con una secreta sonrisa, pues consideraba que se había ganado el derecho de hacer lo que le viniera en gana con aquella mansión. Quizá ellos siguiesen teniéndole cariño a la casa, pero para el había sido una cárcel durante cinco años.

Sus hermanos se habían casado y se habían ido a vivir cada uno a su propia casa, mientras el se había quedado con sus padres y había cuidado de ellos durante su enfermedad. Su madre tardó tres años en fallecer, un proceso lento y especialmente desagradable. Y después de eso vino la larga decadencia de su padre, acelerada por diversas querellas que fueron consumiéndole hasta dejarlo en nada.

Jimin había soportado aquella carga solo. Sus hermanos estaban demasiado ocupados con sus propias familias para ofrecerle ayuda, y la mayoría de amigos y parientes estaban seguros de que el rubio era lo suficientemente competente como para encargarse de todo sin ayuda. Era un soltero, ¿que otra cosa tenía que hacer?

Una tía bien intencionada incluso le comentó que estaba convencida de que el Señor había impedido que se casara única y exclusivamente para que alguien se ocupase de cuidar a sus padres enfermos.
Jimin habría preferido que el Todopoderoso hubiera dispuesto las cosas de otro modo pero por lo visto, a nadie se le había ocurrido que el podría haber encontrada a alguien si no hubiera empleado los últimos años de su juventud en cuidar de su madre y de su padre.

Fueron años difíciles, tanto en el plano físico como en el emocional. Su madre, que siempre había tenido una lengua mordaz y era mujer difícil de complacer, había sufrido los estragos de la consunción con una callada dignidad que dejó asombrado a Jimin. Ya cerca del final, se había mostrado más amable y cariñosa de lo que el recordaba, y el día en que falleció resultó muy doloroso.

Por contraste, su padre había pasado de ser un hombre alegre a convertirse en el paciente más exasperante que pudiese imaginarse. Jimin corría de un lado para otro para llevarle cosas, para preparar comidas que él nunca dejaba de criticar, para satisfacer cientos de quejumbrosas exigencias que lo mantenían demasiado ocupado para cuidar de sí mismo.

Sin embargo, en lugar de permitir que la frustración lo envenenara, había empezado a escribir por las noches y por la mañana temprano. En un principio, no fue más que un modo de entretenerse, pero con cada nueva página que escribía abrigaba la esperanza de que su novela fuera digna de ser publicada.

Con dos libros publicados y sus padres fallecidos Jimin era libre de hacer lo que le apeteciese. Pasaría lo que le quedaba de vida en la ciudad. Haciendo uso de la fortuna que le había dejado su padre en el testamento, así como del dinero obtenido con la venta de la casa, Jimin adquirió una pequeña pero elegante vivienda en la zona oeste. Se llevó consigo a los dos criados de la familia —el lacayo Jiwon, y una doncella, EunJin— y contrató a una cocinera, Suzy.

Seúl era todo lo que había esperado, y más. Al cabo de seis meses viviendo en aquella ciudad, aún se despertaba por las mañanas con una sensación de sorpresa y agrado. Le encantaban que cada día amaneciera con los estridentes gritos de los vendedores callejeros y que terminase con el traqueteo sobre los adoquines de los carruajes y los coches de alquiler que transportaban a la gente al finalizar la jornada. Le encantaba el hecho de asistir cualquier noche de la semana a una de las muchas cenas, lecturas teatrales privadas o debates literarios.

𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora