17. Final.

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Mientras trazaba los planes para el Coventry Quarterly Review, Jimin hizo un descubrimiento irónico y sorprendente: casarse con JungKook le había aportado mucha más libertad de la que disfrutaba estando soltero. Gracias a él, ahora poseía dinero e influencia suficientes como para hacer lo que le apeteciera, y lo que aún era más importante, tenía un marido que lo estimulaba a hacer lo que le apeteciese.

JungKook no se sentía acobardado por la inteligencia de su esposo. Se enorgullecía de sus logros y no mostraba vacilación al elogiarlo ante otras personas. Lo animaba a que fuera audaz, a que dijera lo que pensaba, a que se comportara como jamás se atreverían a comportarse las personas
«decentes».

En sus horas de intimidad, el pelinegro lo seducía y lo atormentaba todas las noches, y Jimin disfrutaba de cada momento. Jamás había soñado que un hombre pudiese sentir aquello por alguien como el rubio, que un esposo pudiera verlo como un chico tentador, que obtuviera tanto placer de su cuerpo, un cuerpo que se encontraba muy lejos de la perfección.

Mayor sorpresa incluso supuso el ver que, hasta la fecha, JungKook disfrutaba de la vida hogareña. Para ser un hombre que había llevado una existencia marcada por las incesantes relaciones sociales, parecía contento de aminorar el ritmo ajetreado, casi frenético, de su vida diaria. Se mostraba reacio a aceptar más que unas pocas del aluvión de invitaciones que llegaban cada semana, y prefería pasar las noches en la intimidad con Jimin.

—Podríamos salir un poco más a menudo, si quieres —le sugirió el mayor una noche mientras se preparaban para cenar solos—. Esta semana nos han invitado por lo menos a tres fiestas, por no mencionar la velada del sábado y una fiesta en un barco el domingo. No quiero que dejes a un lado el placer de disfrutar de la compañía de otras personas debido a la idea equivocada de que yo deseo tenerte para mí solo...

—Jimin —lo interrumpió él, tomándolo en sus brazos.—he pasado los últimos años saliendo casi todas las noches y sintiéndome solo en medio de una multitud. Ahora por fin tengo un hogar y un lindo esposo, y quiero disfrutar de ello. Si a ti te apetece salir, te acompañaré a donde quieras pero yo prefiero quedarme aquí.

—¿Entonces no te aburres? —le dijo el rubio acariciándole la mejilla.

—No —contestó JungKook, con aire introspectivo. Luego lo miró y arqueó las cejas—. Estoy cambiando —dijo con gravedad—. Tú me estás convirtiendo en un marido domado.

Jimin puso los ojos en blanco como respuesta a aquella broma.

—Domado es la última palabra que yo emplearía para describirte— dijo—. Eres el marido menos convencional que podría imaginar. Cabe preguntarse qué tal padre serás.

—Oh, pienso dar a nuestro hijo todo lo mejor. Voy a echarlo a perder por completo, lo enviaré a las mejores escuelas, y cuando regrese de su gran experiencia, dirigirá Jeon's por mí.

—¿Y si es una niña?

—Pues lo dirigirá también —replicó JungKook al instante.

—Qué tonto... Una mujer jamás podría hacer semejante cosa.

—Mi hija, sí—le informó el pelinegro.

En lugar de discutir, Jimin le obsequió una sonrisa.

—Y luego, ¿qué harás tú mientras nuestro hijo o nuestra hija se encarga de tu tienda y de tus empresas?

—Pasaré los días y las noches complaciéndote a ti —respondió el menor. —Después de todo, es una ocupación que plantea muchos retos.

Y, a continuación, se echó a reír, esquivando la pequeña mano de Jimin cuando éste intentó propinarle un azote en su trasero.









𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora