5.

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—¿Lo he matado? —preguntó con inquietud.

—No, no lo ha matado —dijo Jeon para responder a la ansiosa pregunta de Jimin—. Es una lástima, pero vivirá.

Pasó por encima del hombre inconsciente, se dirigió corriendo hacia la puerta y, al abrirla, se encontró con el rostro expectante del matón a sueldo. Antes de que éste tuviera un instante para reaccionar, Jeon le hundió el puño en el vientre, un golpe que le hizo doblarse por la cintura con un gemido y desplomarse en el suelo.

—Hoseok —llamó Jeon, alzando apenas la voz; podría pensarse que estaba pidiendo otra bandeja de té—. Hoseok, ¿dónde estás?

El gerente apareció en menos de un minuto, jadeando a causa del esfuerzo. Se le veía muy aliviado de ver que su jefe se encontraba bien. Tras él venían dos individuos recios y musculosos.

—Acabo de llamar para que venga un policía— dijo Hoseok sin aliento—. Y me he traído un par de chicos del almacén para echar a éste... —Lanzó una mirada de desagrado al matón—. A esta bazofia —terminó con una mueca.

-Gracias —repuso Jeon sardónicamente—. Buen trabajo, Hoseok. Sin embargo, por lo visto el señorito Park tiene dominada la situación.

-¿El señorito Park? —El gerente lanzó una mirada de asombro a Jimin de pie junto al cuerpo desmañado de ChanYeol.—. ¿Quiere usted decir que el...?

—Lo ha dejado inconsciente de un golpe —dijo Jeon y, de pronto le temblaron las comisuras de la boca debido al irreprimible impulso de sonreír.

—Antes de que continúe divirtiéndose a mi costa —dijo Jimin.—podría ir a que le curasen esa herida, señor Jeon, no sea que se desangre delante de nosotros.

—¡Dios santo! —exclamó Hoseok, dándose cuenta de la mancha de sangre que se extendía sobre el chaleco gris de Jeon—. Llamaré a un médico. No me había dado cuenta de que ese loco le había herido, señor.

—No es más que un rasguño —replicó JungKook restándole importancia al asunto—. No necesito ningún médico.

—Yo opino que sí. —El semblante de Hoseok se torno pálido y ceniciento al contemplar las ropas de su jefe teñidas de rojo.

—Yo le echaré un vistazo a la herida —dijo Jimin en tono firme. Después de pasar tantos años junto al lecho de dos enfermos, no lo amilanaba la visión de la sangre—. Señor Jung, encárguese de que saquen a ChanYeol de esta oficina. Yo me ocuparé de la herida. —Miró a los ojos de color índigo de Jeon—. Quítese el saco, por favor, y siéntese.

JungKook obedeció. Deslizó las mangas del saco con una mueca de dolor. Jimin se apresuró a ayudarlo, suponiendo que a aquellas alturas el corte que tenía en el costado debía de estar escociéndole como un demonio. Aunque no fuera más que un rasguño, había que limpiarlo; Dios sabía para qué otros fines había sido utilizado anteriormente aquel bastón con punta de cuchillo.

Jimin tomó el saco que le entregó el pelinegro y lo dobló con cuidado sobre el respaldo de una silla cercana. El tejido aún conservaba el calor y el aroma de su cuerpo. Era una fragancia inexplicablemente seductora, casi de efecto narcótico y, durante un instante de locura, el rubio se sintió tentado de hundir la cara en aquella embriagadora tela.

La atención de Jeon estaba fija en los chicos de almacén, atareados en la labor de llevarse el cuerpo inerte de ChanYeol. El maltrecho atacante emitió un gemido de protesta, y JungKook hizo un gesto de perversa satisfacción.

—Espero que ese cabrón se despierte con un dolor de cabeza de mil demonios —musitó——. Ojalá que... .

—Señor Jeon —le interrumpió Jimin al tiempo que lo empujaba hacia atrás hasta que quedó sentado en el borde del escritorio de caoba.—No hay duda de que cuenta usted con un impresionante repertorio de palabras groseras, pero no tengo el menor deseo de oírlas.

𝙄𝙍𝙍𝙀𝙎𝙄𝙎𝙏𝙄𝘽𝙇𝙀; 𝙆𝙊𝙊𝙆𝙈𝙄𝙉 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora