2

141 15 3
                                    

Era otro día de mañana. Otro día de clases del último año de escuela. Eran las cinco de la mañana. Tenía que poner de mi parte para ayudar a mi tía a organizar el mostrador de la tienda y limpiar el polvo de los libros sobre los estantes, si es que hay.

Apurado, baje al primer piso, cruce un pasillo y abrí la puerta que me dejo entrar a una habitación; el bar literario de mi tía. Prendí las luces, colocándome unas pantuflas de casa, y me dirigí a la cocina, que gracias a su pequeña barra, podía ver a la perfección la entrada al local. Tomé los utensilios de limpieza y barrí los tres espacios libres, donde los clientes podían entrar y sentarse en los sofás a leer acompañados de una taza de café o de otra cosa que hay en el menú. Limpié las estanterías y acomodé los libros en su sitio. Sección de romance; limpio. Sección de terror; limpio. Clásicos; listo, y así seguí revisando que cada sección, de la única estantería que tenemos, esté limpia y ordenada. Todo tenía que estar presentable. 

Limpie las vitrinas junto al mostrador, me quite las pantuflas, y regresé a la cocina. Tenía que preparar mi almuerzo. Un bento con bolas de arroz, pequeñas bolitas de pollo frito, ensalada y huevo enrollado con jamón y queso. Mi tía Mito-san normalmente acostumbra a hacerlo, pero quise que descansará está vez. Ha estado muy estresada en estos días. Hoy solo tendrá que colocar los pasteles en las vitrinas cuando habrá el bar.

Al acabar me apresuré en subir las escaleras, específicamente, a mi cuarto. Me puse el uniforme, planchado y preparado de antemano: camisa blanca; zapatos, pantalones y saco color negro, todo del mismo color. Me lavé rápido y bajé con mi mochila a desayunar con lo primero que se puso en mi camino: un delicioso cereal de bolitas de chocolate con leche. Terminé, lavé mis trastos, guarde mi almuerzo en la mochila y salí sin olvidar ponerme los zapatos de la escuela. Una vez salí tan apurado por haberme quedado dormido, rompiendo mi rutina por estudiar hasta tarde, que casi me voy a la escuela con las pantuflas. No me quiero ni imaginar el tiempo que Retzu pudo haber desperdiciado contando el suceso hasta que se olvidé de ello.

Fui a la puerta y la abrí, solo para encontrarme con una reja que le daba más protección a la casa y al negocio, al menos hasta que la dejemos abierta para el público. Le quite el seguro con una de mis llaves, y la cerré detrás de mí; crucé un pequeño patio asegurado por una cerca de metal alta, donde también poníamos sillones, mesas y sillas para los clientes; abrí la puerta de la cerca alta y la cerré, solo para apoyarme en la puerta y revisar en mi mochila si tenía todo listo; todo esta bien. 

Deje de usar mi rodilla de apoyador y me la puse en la espalda para dirigirme a la escuela. Ya eran las seis y media de la mañana, según el pequeño reloj de muñeca que siempre llevó, llegaré temprano.

Caminé por las calles y no pude estar más que tranquilo, pasando por las otras tiendas junto a la carretera. Habían pocos autos pasando, pero muchas personas haciendo lo suyo, entre ellos alumnos de mi misma escuela y de otras.

Crucé por unas cuadras y al doblar por una esquina vi la escuela. Una enorme institución de tres pisos con un reloj en medio del tercer piso. Las rejas estaban abiertas dejando entrar a todos, y yo era una de esas personas que entraban. Crucé la pista y al ver que se acercaba una limusina que me pareció familiar no dude en apresurar el pasó, nervioso. Era la limusina del chofer de Retzu. No quería que mi mañana empezará mal. Si supieran el escándalo que hubo con los paparazzis cuando se enteraron de que ella estudiaría aquí. Su madre incluso se presentó y las cosas solo se complicaron más.

Retzu actuó como toda un diva abrazando a Killua apropósito del brazo. Salió en un periódico que los presentó como pareja, hasta que él desmintió el artículo con ayuda de su papá, el señor Silva Zoldyck.

Sin duda mis días no han sido muy normales y pacíficos desde que Retzu apareció en mi vida.

Entre con prisa para cambiarme de zapatos en el casillero, justo cuando la limusina se detuvo enfrente de la entrada. El chofer, vestido con un traje de pingüino, se bajó del asiento del conductor y se subió a la vereda solo para abrir la puerta del otro lado del vehículo. Me puse los zapatos apurado sin quitarle la mirada de encima a la limusina, pero me detuve abruptamente, atento. Retzu se dejo ver con el uniforme femenino, dejando que su falda se paseé por encima de sus rodillas al bajar del auto, junto a Killua.

Cadenas inquebrantables || KilluGon || YaoiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora