Hay dos cosas para las que no estaba preparado en este momento: involucrarme con un chico y besar a alguien después de tanto tiempo.
E irónicamente estaba haciendo ambas cosas con Edward.
El chico amable que me pidió fingir ser su novio, el misterioso escritor que no hace más que desordenar mis pensamientos y alterar mis sentimientos, el coqueto bromista que me saca de mis casillas, me está besando. O, mejor dicho, yo lo estoy besando —o haciendo mi mejor intento de «beso»—.
La repentina valentía que me impulsó a dar el primer paso fue el resultado de las ganas que tenía de besarlo desde hace ya un par de días y los nervios que me atacan en este instante son la consecuencia de no saber lo que estoy haciendo por dejarme consumir por las emociones que Edward me hace sentir.
Emociones desconocidas y diminutas que, con cada segundo que pasa, se hacen más familiares y grandes.
Lo primero que siento es un cosquilleo recorrerme por todo el cuerpo junto a una intensa calidez en el pecho que me quema con lentitud, recordándome que lo que está sucediendo no es un producto de mi loca imaginación ni mucho menos un sueño, es real, está pasando y me está arrastrando hasta el fondo.
Me he lanzado a él sin pensar en lo que podría pasar después, sin pensar en los límites que tanto me esforcé en marcar, sin pensar que la relación que hemos construido es mera actuación y no es de verdad, sin embargo, teniendo los ojos cerrados y mis labios encajados en los suyos, solo sintiendo su roce y su respiración sobre mí, toda preocupación y miedo se disipa como si fuera humo.
Al diablo si todo se vuelve incómodo, al diablo si pasamos el límite de nuestra amistad y al diablo si solo hemos estado fingiendo. Nada de eso importa en este instante porque sé con certeza que lo que está pasando y lo que estoy sintiendo ahora, no es actuación.
Los labios de Edward se sienten cálidos y suaves, tan tibios y adictivos que podía pasarme toda la vida de esta forma sin cansarme de la sensación, una sensación abrumadora que nublaba mi juicio. Afirmo el agarre de mis manos en sus mejillas y muevo mis labios esperando que él también lo haga, pero no hace ningún movimiento ni trata de seguirme el ritmo, solo se queda estático, como si no pudiera creer lo que está sucediendo, supongo que no se esperaba en absoluto que yo me abalanzara primero. No puedo culparlo, estoy igual que él, es surrealista pensar que estoy besándolo, ¿ya dije que estoy besándolo? ¡Es que estoy besándolo!
Al sentir que él se queda quieto, la duda crece desde mi pecho y el miedo comienza a apoderarse de mí poco a poco. ¿Fui demasiado rápido? ¿Él mintió cuando dijo que quería besarme? ¿No le gustó? ¿Esperaba algo mejor?
Hago el intento de separarme porque la ilusión que sentía comenzaba a romperse en pedazos y no quería romperme con ella, no obstante, Edward parece salir de su asombro porque sostiene mis muñecas evitando que me mueva y sin titubear, sin dar oportunidad a que la desilusión me rompiera, apacigua las dudas de mi corazón regresándome el beso.
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Una perfecta confusión
Teen Fiction«Conocerte fue descubrir un género musical diferente al que suelo escuchar, pero que al final me terminó gustando.» La vida de Andy está rodeada de decisiones. Jugar verdad o reto, declararse o no, el casillero tres o el cuatro, ser honesto con sus...