Cuelgo la llamada al instante por inercia mientras los latidos de mi corazón van en aumento.
Mi cabeza se queda en blanco y todo a mi alrededor parece congelarse, como si el Internet se hubiera caído en medio de una videollamada en Zoom, en este caso, mi cerebro es el Internet y la videollamada en Zoom es la llamada con Jean, es decir, mi cerebro se cayó. Colapsó. Murió. Dejó de funcionar. Pasó a una mejor vida. Explotó por sobrecarga de información. Le entró un virus.
Al menos con el virus las malditas mariposas en llamas podrán morir de una vez por todas.
O mutarán y se convertirán en mariposas zombies que comerán todo mi cuerpo por dentro hasta matarme. No sé cuál de las dos ideas es mejor.
Bajo la mirada hacia el celular que sostengo con mi mano temblorosa y veo la pantalla de esta, donde el nombre de Jean solía estar. Como si mi cerebro me hiciera una mala jugada, la foto de Eren que tengo de fondo de pantalla se transforma en el rostro de Edward y tiro el teléfono del susto. Ya estoy comenzando a alucinar, esto es grave. Muuuy grave. Díganle a mi mamá que me meta en arroz porque algo en mi cabeza acaba de descomponerse.
Alzo la mirada hacia un punto cualquiera de la cocina, totalmente fuera de órbita. La voz de mamá y la de Edward se escucha apenas audible desde donde estoy, pero no soy capaz de oír lo que dicen, sé que están hablando, sin embargo, mi cabeza no da una para prestar atención más allá de lo que acaba de pasar. Todavía estoy tratando de asimilar lo que Jean me ha dicho sin que me dé un patatús en el intento.
Sus palabras "le gustas a Edward" oscilan por mi cabeza y tanto la confusión como la sorpresa se apoderan de mi cuerpo de tal forma que apenas puedo y pensar con coherencia. No he sido capaz de responderle a Jean porque mi cerebro bloqueó todo dejando como única alternativa el lado actúo por actuar porque no sé qué mierda hacer. El lado que siempre me controla cuando entro en crisis existenciales.
Paso saliva por mi seca garganta y una vez que he asimilado los últimos minutos, me obligo a reaccionar aún escuchando las palabras de Jean en mi cabeza.
«Le gustas a Edward».
Le gusto a Edward.
...
¿Le gusto a Edward?
...
¡¿LE GUSTO A EDWARD?!
Andy parfavar, respira que no nos podemos morir sin este chisme sin resolver.
Tomo una bocana de aire, conteniéndolo en mis pulmones por unos segundos para después sacarlo, repito el proceso unas cuantas veces, tranquilizándome. Vale, vale, vale, es hora de dejar las estupideces para otro momento y es de hora de ponernos serios y de usar el cerebro por primera vez.
En cuanto más pienso en lo que me ha dicho el chismoso de Jean, menos sentido le encuentro, sus palabras son absurdas. No hay manera de que Edward pueda sentir algo por mí, es... ridículo.
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Una perfecta confusión
Genç Kurgu«Conocerte fue descubrir un género musical diferente al que suelo escuchar, pero que al final me terminó gustando.» La vida de Andy está rodeada de decisiones. Jugar verdad o reto, declararse o no, el casillero tres o el cuatro, ser honesto con sus...