17. La excepción

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—¿Es el fin del mundo?

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—¿Es el fin del mundo?

Me sobresalto cuando escucho la voz de mi mamá y me asusto aún más cuando ella asoma su cabeza por la puerta de mi habitación. Estaba demasiado concentrado en la lectura que me perdí por un momento de todo lo que sucedía a mi alrededor. Qué raro se siente decir eso, sobre todo porque nunca creí que leería un libro por voluntad y sin que me pagaran por ello.

En mi defensa, no tenía nada más qué hacer. Las tareas las hice en la escuela por Edward y terminé de ver el anime que tenía pendiente en la casa de papá antes de pedirle que me trajera, así que, luego de hacer relativamente todo lo que hago en un día, tenía la noche libre. Además, no voy a mentir, me hacía ilusión saber de qué trataba el libro y desde que empecé a leer la primera página por simple curiosidad, no he podido parar. Me siento como Sam de ¡Carly cuando leyó un libro por primera vez.

Dejo el libro que Edward me ha regalado sobre mi cama, y, con las cejas juntas, me volteo hacia mamá.

—¿De qué estás hablando? —intento saber.

—No lees. —Señala con su dedo el libro del cual ya he leído poco más de cuarenta hojas—. ¿Qué mosca te picó? ¿Debo preocuparme?

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, indignado. ¿Está diciendo que es el fin del mundo porque estoy leyendo un libro? ¿No me cree lo suficientemente capaz de leer por cuenta propia? ¿Acaso duda que, su hijo, el que detesta los libros porque se duerme, esté leyendo porque quiere? ¿O es que..? Okey, mejor me callo, no haré dramas, esta vez ella tiene razón, es extraño verme con un libro, lo sé a la perfección. Aun así, está hiriendo mi inexistente orgullo lector.

—No me picó ninguna mosca porque sí leo —me defiendo a lo que ella entrecierra sus ojos, incrédula—, bueno, los mangas tienen dibujos, pero también texto, así que sí lo hago. —Sus ojos se achican aún más. Resoplo—. Me lo regaló Edward, por eso estoy leyendo, ¿contenta?

Mariel, la que tanto ama joderme, sonríe complacida, como si su plan inicial hubiera sido ese: descubrir por qué estoy leyendo. No sé qué tienen las mamás con querer saber los chismes de sus hijos, sin embargo, no la juzgo, yo también haría lo mismo. Sería de esos padres que quieren saber todo hasta con screenshots, no por ser sobreprotector, sino, porque soy chismoso. Aunque dudo tener hijos.

—¿Y te está gustando? —inquiere acercándose a mí y sentándose a mi lado.

Asiento.

—Es bastante divertido —contesto casi de inmediato—. Además, es mucho más fácil de leer porque Edward ha dejado notas por todos lados —sonrío en tanto digo eso y tomo el libro otra vez, abriéndolo en una página al azar para mostrárselo—. Mira, "¿quién más se confunde con cartas? Me recuerda a alguien cof tú cof".

Trato de imitar la voz gruesa de Edward, pero en lugar de parecer la voz de él, parece que estoy intentando imitar a Santa Claus con fuertes problemas respiratorios por inhalar el humo de bastantes chimeneas.

Una perfecta confusión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora