Si me detengo a pensar cuándo es que inició todo no voy a encontrar respuesta porque, si soy honesto, no lo sé. No sé en qué momento mis sentimientos comenzaron a cambiar ni tampoco recuerdo cuándo comencé a dudar de ellos. Todo este tiempo supuse que sentirme de esta manera no era nada de lo que debía alarmarme debido a que somos amigos. También supuse que, por la relación falsa que tenemos, sería normal confundirme.
¿En qué momento comencé a dudar?
¿En qué momento permití que mis sentimientos se vieran involucrados?
¿En qué momento me comenzó a gustar?
¿En qué maldito momento?
¿Fue antes o después del beso? ¿Cuando lo conocí o cuando tuvimos nuestra primer cita? ¿Cuando llegó a casa y me regaló una gallina de madera o cuando curé sus heridas?
No lo sé.
Ni siquiera entiendo la mitad de lo que siento y tampoco entiendo qué se supone que debo hacer con ello. Me obligué tanto a encerrar mis emociones que ahora que están libres ya no sé qué hacer. Nunca creí que lo aceptaría, creí que mantendría todo bajo llave porque sabía que si daba el siguiente paso, sabía que si me atrevía a decirlo en voz alta, tendría que hacerme responsable de eso y tendría que exponerme; tendría que exponerme a sufrir, a llorar, a la desilusión, al dolor.
Encerrar mis emociones para no exponerme no es algo que comencé a hacer apenas, es algo que he hecho desde hace mucho tiempo, desde que era pequeño. Encerraba lo que sentía para no salir herido, para convencerme que si no sentía nada entonces nada podía lastimarme.
El dolor es una emoción que no iba a permitirme sentir.
Cuando papá se fue de la casa era muy pequeño para entenderlo y para asimilar mis sentimientos, pero con el paso de los años, el sentimiento de culpa y duda se fue albergando en mi interior. Hubo muchas noches donde sentía que no era un buen hijo, que era insuficiente y que por eso mi papá prefería cuidar a otra niña. Las preguntas de ¿se ha ido por qué no se sentía suficiente con el amor que le dábamos? fueron incrementando e incrementando hasta que el vaso de agua se estaba rebasando y llegó un momento donde este no pudo soportarlo y explotó.
Explotó en miles de pedazos que intentaron lastimarme, que intentaron hacerme sufrir; sin embargo, recogí cada pieza fingiendo que no estaba herido y las uní para convencerme que todo estaba bien, que no sentía dolor, que no me sentía insuficiente, que no sentía nada.
Y así fue como todo comenzó, así fue como comencé a construir un muro entre mí, mis emociones y los demás, así fue como comencé a ignorar al mundo y como me aislé de él.
No obstante, a pesar de que lo intentaba con todo mi corazón, el sentimiento de insuficiencia estaba clavado en lo más profundo de mi pecho y aparecía cada tanto para recordarme que debía esforzarme aún más en ocultar mis sentimientos. En secundaria, por ejemplo, sentía que por más que me esforzara en la escuela no era suficiente, y me convencía de que en realidad era flojo porque la verdad es que no quería aceptar que, incluso poniendo todo mi esfuerzo, no alcanzaba buenas notas.
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Una perfecta confusión
Teen Fiction«Conocerte fue descubrir un género musical diferente al que suelo escuchar, pero que al final me terminó gustando.» La vida de Andy está rodeada de decisiones. Jugar verdad o reto, declararse o no, el casillero tres o el cuatro, ser honesto con sus...