12:Déjalo Ir

306 25 2
                                    



Olvídalo, yo te protegeré
************
Déjalo ir, déjalo que se pierda, que se lo lleve el viento.

Nada tienes qué explicar, si sabes que te quiero...
Déjalo ir, déjalo que se pierda, que se lo lleve el viento.

Yo te salvaré, y te ampararé
Ven a mí, tus barreras destruiré.
Yo te calmaré, te protegeré
Ven a mí, la tormenta callaré...

************Benny Ibarra.

Los primeros rayos de sol entraron por la ventanilla del tren que aminoraba su marcha, estaban llegando a Londres...
Hermione abrió los ojos ante la inminente luminosidad, a su lado la rubia aún continuaba dormida; pero tan pronto como el tren se detuvo y se escuchó el sonido que indicaba que habían llegado, Luna se despertó.

— ¿Llegamos? —preguntó adormilada la ojiazul.
— Sí... —respondió con hilito de voz la castaña, apenas y pudo pronunciar.

Cuando bajaban del tren Hermione escuchó que alguien la nombraba, al voltear se encontró con un apuesto joven alto y de tez trigueña, de unos 20 años; era Víktor Krum. Pero no estaba solo, lo acompañaba un chico como de su edad, de tez morena clara, cabello castaño oscuro y ojos cafés.

— ¡Hermione! —gritó el búlgaro.
— ¡Víktor! —casi corrió los últimos pasos que los separaban, el chico la había abrazado y el gesto la hizo sentir protegida. La ojiazul carraspeó, ella venía cargando la cesta de Crookshanks y jalando el baúl. Deshicieron el abrazo.
— Víktor, ella es mi amiga Luna — la presentó.
— Creo haberla visto en Hogwarts — puntualizó Krum.
— Ya te recuerdo, eres muy buen buscador. Excelente actuación en los mundiales de hace cuatro años —el chico se sintió entre halagado y apenado. — Pero por eso todas las niñas del colegio no dejaban a una estudiar cuando estabas en la biblioteca —asentó Luna haciendo una mueca negativa. A Víktor le sorprendió la sinceridad directa de la rubia, Hermione sonrió negando, ya la conocía bastante como para tomarla por sorpresa.
— Él es mi mejor amigo, Richard —el búlgaro señaló al chico que hacía esfuerzos por no reírse de lo que acababa de decir la chica rubia.
— Mucho gusto —tendió su mano a la castaña y luego a la ojiazul, también tenía ese acentito de Bulgaria.

— Bien... ¿quieren ir a desayunar? —preguntó Víktor con amabilidad cuando salían de la estación.
— Por supuesto —exclamó la rubia. — Anoche no pude terminar de cenar, y Hermione no ha probado ni una gota de agua. Y eso es malo para su... —dijo mirando a ésta de manera insinuante y recriminatoria.
— ¡Será mejor irnos! —interrumpió la castaña lanzándole una mirada fulminante y de reproche a la rubia, que había estado a punto de meter la pata, Luna se la devolvió con indignación. Hermione le había platicado la mayor parte de lo que estaba pasándole, durante su trayecto en el tren.

Después de desayunar, hacia el mediodía, se transportaron al Valle de Godric en un traslador. Habían llegado a una colina, el viento fresco acariciaba sus mejillas suavemente. Desde ahí se podía apreciar el pequeño y pintoresco pueblo. Bajaron la ladera y comenzaron a mostrarse las grandes y admirables casas de ladrillo.
Se detuvieron frente a una que tenía un hermoso jardín, se encontraba muy bien cuidado, como si la habitasen. Pero en realidad la castaña sabía que estaba vacía desde hace años — magia —pensó. Era preciosa y poseía dos pisos...
Atravesaron la pequeña cerca de madera y entraron por un camino de ladrillos.

Al abrir la puerta le entraron remordimientos, Harry quería ir desde hace mucho pero los últimos acontecimientos se lo habían impedido; además de que le había prometido a Ginny no correr riesgos y dejar que las cosas tomaran su curso. Que si debía enfrentar a Voldemort sería porque él lo buscara no porque Harry se le pusiera enfrente.

— ¿Hermione? —la voz del búlgaro la sacó de su ensimismamiento.
— Perdón, yo...
— Mira —señaló la sala que se encontraba limpia y ordenada. Todo parecía un espejo, el piso no tenía ni un rastro de polvo y los muebles tenían sábanas blancas sobre ellos.
— Al parecer McGonagall estuvo aquí —comentó Luna.
— Sí, ya lo veo... —exhaló muy sorprendida Hermione.
Los cuatro chicos se dedicaron a quitar las sábanas que cubrían los muebles, comieron, y cerca del ocaso Richard se marchó, la rubia dijo que subiría a descansar.

A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora