2: Amiga Mía

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Hay sentimientos que no se pueden ocultar por siempre... Y el amor es uno de ellos.
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Amiga mía, lo sé, sólo vives por él
Que lo sabe también.

Pero él no te ve como yo

Suplicarle a mi boca que diga
que me ha confesado entre copas.

Que es con tu piel con quien sueña de noche
y que enloquece con cada botón
que te desabrochas pensando en sus manos.
Él no te ha visto temblar esperando
una palabra, algún gesto, un abrazo.
Él no te ve como yo suspirando
con los ojitos abiertos de par en par
Escucharme nombrarle.

¡Ay, amiga mía! Lo sé, y él también.

**

Habían pasado casi dos meses desde que volvieron a Hogwarts, octubre estaba por finalizar... Para Hermione era cada vez más doloroso ver juntos a Harry y a Ginny, así que evitaba convivir con ellos; aunque fuese imposible. Compartía con Harry las clases, así que ahí podía librarse de tan tormentosas escenas. Inevitables las horas de comida, eso sería verse muy obvia; pero su refugio insospechable era la biblioteca.

Una noche, después de su ronda como premio anual la castaña regresaba a la sala común. Para su sorpresa en esta se encontraba un chico despierto, algo muy, pero bastantemente raro, pues como lo conocía ella era una muestra de que le estaba pasando algo malo a su amigo. O al menos un cambio.
Entró en silencio, se acercó al sillón donde estaba sentado, al parecer no se había percatado de su presencia porque cuando le tocó la espalda la volteó a ver con sobresalto, ya que tenía las manos sobre sus rodillas y su cabeza en ésta.

— ¡Hermione! —exclamó sobresaltado.
— ¿Ron, qué tienes? —Le preguntó preocupada al notar que sus ojos azules se encontraban enrojecidos y algo vidriosos, señal de que había estado llorado.
— No, no tengo nada —negó con el resuello ido el pelirrojo.
— A mí no me mentirás Ron, a ti te sucede algo. Y no es muy bueno porque te hizo llorar —Le riñó, contradiciéndolo la castaña.
— ¡Bruja! —soltaba queriendo bromear, pero se le salía un gimoteo causa de que había estado llorando.
— ¿No, en serio? —Ella le brindó una sonrisa, siguiendo su broma.
— ¡Adivinaste! He terminado con Lavender —declaró el pelirrojo.
— Oh, ya veo. No te sientas mal Ron, hay situaciones peores... — La chica trataba de infundirle ánimos.
— ¡¿Quién te dijo que me sentía mal por eso?! —Ron se precipitaba con algo de tosquedad.
— Bueno, pensé... Como estabas llorando, y dijiste que... —titubeó apenada Hermione.
— ¡No qué va! Si estaba llorando fue por... —negó Ron, sin embargo se quedó callado cuando estuvo a punto de confesarle el verdadero motivo de su llanto.
— ¡No seas orgulloso, Ron! —Lo increpó su amiga.
— ¡No, no lo soy! Y si lloré fue porque me di cuenta de que me estuve engañando... Ya que la chica que amo ha estado tan cerca de mí... —La contradijo defendiéndose, y viéndola de manera extraña.
— ¿Ah sí? —titubeó Hermione, sintiéndose algo incómoda por la forma en que la veía su amigo.
— Sí, pero al parecer no tendré esperanzas con ella — Ron desviaba su mirada, bajándola de nuevo.
— Ron... ¿Y Harry te dejó solo, viéndote cómo estabas? —bufó indignada la castaña.
— Hermione, tienes razón... Tú estás peor que yo —soltó sorprendiéndola.
— ¿Por qué...? ¿Por qué lo dices, Ron? —balbuceó con nerviosismo Hermione, recriminándose por esto.
— No trates de negarlo, pese a que me he tardado. O mejor dicho, no he querido darme por enterado... Lo sé. Todo este tiempo tú has estado enamorada de Harry —dijo seguro.
— ¡¿Qué?! —Ella lo miraba como si le hubiese dado una bofetada.
— Te dije que no lo intentaras negar, porque lo sé muy bien... Y lamento decirte que él también lo sabe. No es ciego, de algo le sirven esas gafas —continuó, siendo sarcástico.
— ¡Deja de decir idioteces! ¡¿De dónde sacas que yo...?! —gritó en voz baja, reclamándole y negando.
— Ahí vas de nuevo, a negarlo —Ron frunció las cejas. — Pero te diré de dónde lo saco. Hermione, sólo vives por él. Entre tus estudios, que son un complemento. Sin embargo si se trata de él dejas todo de lado por ayudarlo, por estar a su lado, por protegerlo de todo y contra todo... Hasta el grado de arriesgar tu propia vida, e incluso la darías por él —señaló enfatizando. — Y tengo toda una lista de detalles que nunca acabaría —finalizaba, como si ello tajase la oportunidad de contradecirle. — Sin contar que te he observado cómo lo miras, cómo te estremeces cuando te abraza, cómo deseas que él te diga alguna palabra más allá de un te quiero fraterno. Cómo suspiras cuando alguien lo nombra, o él habla. Claro que lo sabes disimular muy bien, pero no es tanto como para que los demás no nos demos cuenta.
— ¿Dijiste que él ya lo sabe? —musitó cabizbaja, unas lágrimas se acumularon rápido en sus pupilas marrones.
— Bueno, no precisamente a magia cierta. No me ha dicho nada, pero también lo he notado —Ron miraba con circunstancia a la chica.
— ¡Soy una tonta! —exclamó triste. — Ahora ya no podré verlo a la cara, ni mucho menos podré tener la misma confianza de antes... —Derramaba algunas lágrimas, reprimiéndolas rápidamente.
— No, te dije que sabías disimularlo... Tonta no eres, sin embargo la verdad no se puede ocultar —La contrariaba.
— ¡¿Ginny, también se ha dado cuenta?! —Le preguntó con preocupación la castaña.

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