Simón
Escalofrío es lo que sentí cuando entré a aquella habitación por primera vez. Iba a tener que convivir con aquel famosillo del tres al cuarto, rubio de bote, por culpa de mi hermana. Y allí estaba él, tumbado en una cama silboteando mientras miraba el techo con los cascos puestos.
Carraspeé mientras entraba con mi maleta al interior del cuarto. Cuando me vio dio un respingo. Supuse que con la música puesta no se había percatado de que alguien había entrado. ¿Punto para mí?
―¿Hola? ―Pregunté de forma neutra.
―Hola... ―murmuró quitándose los cascos y mirándome. ―¿Eres el nuevo?
<<Vaya, no solo canta, también es listo>>, fue lo primero que pensé, pero preferí no decirlo por mi hermana.
―¿Y tú eres...? ―A ver, tampoco iba a portarme como un angelito.
―¿Yo? ―Se señaló elevando un ojo.
―Sí, no veo a nadie más por aquí, a no ser que haya alguien debajo de tu cama.
Y el muy idiota se echó a reír a carcajadas como si aquel chiste hubiera sido el mejor que le hubieran contado en toda su vida. Supuse que un famosillo como él no era muy dado al buen humor y se conformaba con cualquier cosa.
―Soy Erick.
―Oh, sí, creo que ya sé quién eres ―me hice un poco el ingenuo y después acomodé mi maleta en la que supuse que sería mi cama.
Es curioso, pero con lo hablador que siempre he sido, no mantuvimos más conversación que esa en aquel momento.
A la hora de cenar mi hermana se sentó rápidamente a mi lado. Imaginé que quería detalles con pelos y señales, así que estaba dispuesto a darle su dosis deseando que aquellos meses se fueran volando.
―Dime que tienes cosas interesantes que contarme, porque si no este lugar va a ser un verdadero infierno. ¡No me cae bien mi compañera de cuarto! Habla por todos los costados y yo no sé qué decirle. ¡Qué agobio!
―Salvo por lo de hablar, me pasa algo parecido con mi compañero.... ―murmuré y me dio un codazo.
―No seas tonto. Bueno, él es un poco así, a veces habla por los codos y otras es muy callado. ¿No es genial?
―¡Dios, Simone! ¡Dirías eso incluso si se tirase un peo!
―No seas idiota...
Sabía que nuestros piques le habían animado, dándole fuerzas para continuar allí y soportar a su compañera de habitación.
Cuando volví a la mía, me quedé en shock ante lo que sucedió ante mis ojos. Erick se encontraba encima de su cama saltando al ritmo de una música que no podía escucharse, ni si quiera por su parte, ya que no llevaba consigo los auriculares. Tras cerrar la puerta se tiró al suelo de rodillas haciendo varias reverencias. Luego se incorporó y me miró fijamente antes de saltar sobre mi espalda cual koala.
―¡Compañero! ¡Cuánto tiempo sin verte! ―Exclamó antes de volver a ponerse en pie sobre el suelo.
―Pero si nos hemos visto hasta antes de cenar...―. Miré elevando una ceja y negando para mis adentros. Aquel chico sí que iba a ser un quebradero de cabeza.
Lo peor de todo es que estuvo varias horas hablándome sin parar, mientras yo decidí asentir y responder con monosílabos. No me iba a dar el lujo de mantener conversaciones más largas con aquel individuo. ¿Qué le había visto mi hermana?
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¡Ya está aquí el tercer capítulo! Esta vez narrado por Simón.
Por fin hemos conocido a Erick, el rubio de bote, según nuestro protagonista.
¿Qué os ha parecido? ¿Creéis que se llevarán bien? ¿Conseguirá Simone acercarse a él? ¿Se llevará mal con su compañera de cuarto?
¡Espero vuestros comentarios! Me encantaría leer vuestras opiniones.
¡Nos vemos el domingo con un nuevo capítulo!
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Dos y dos igual a dos
Novela JuvenilSimone, una adolescente en su último año de instituto, siempre tuvo un arma infalible con la que convencer a su hermano mellizo. Así fue como ambos hermanos se embarcaron en una aventura en la que Simón tendría que ayudarla a conquistar al chico de...