Simón
Sabía que podía haber puesto en evidencia a los gemelos delante de mi hermana, pero no quería que sufriera. Buscaría la manera idónea de hacerle ver la verdad, o quizás convencerles para que fuesen ellos quienes se sincerasen.
Cuando vi al otro con mi hermana no pude evitar soltar algún que otro comentario fuera de lugar sin perder la compostura, sin embargo, cuando vi al que había dormido en mi habitación cerca nuestra, y para que Simone no se impactara ante la realidad, tomé como excusa que se encontraba cerca su compañera de cuarto para que mientras el payaso tuviera tiempo de darse la vuelta y volver de nuevo a la habitación: ¿qué no había entendido, minutos atrás, sobre no moverse de la habitación hasta que su hermano volviera? Porque sí, aunque fue poco el rato, había tenido una conversación seria con él donde había podido sonsacarle que, en efecto, se trataban de dos hermanos gemelos.
―Patéticos ―dije tras su confesión―. Y pensar que anoche llegué a creer que nos podíamos llevar bien. ¡Sois unos falsos!
―Lo siento yo...
―No me interesa ―alcé una mano para que se detuviera y no me diera ninguna explicación―. Ahora voy a vestirme y a reunirme con mi hermana para traer a tu gemelo aquí. Así que ni se te ocurra moverte.
―Gracias ―dijo con una sonrisa.
―No te equivoques. Tú y tu hermano me dais exactamente igual. Quien me importa es Simone. Si no le decís la verdad acabaré haciéndolo yo, y créeme que no os dejaré en buen lugar. Lo que no quiero es que le pile de sopetón la noticia si os ve a los dos ahora mismo.
Caminando con Eloy, como así se llamaba en gemelo que había dormido en la habitación de mi hermana, me tuve que morder más de una vez la lengua para no liarla parda en mitad de los pasillos que conducían a las habitaciones de los chicos.
―¿Estás así porque crees que ha pasado algo entre tu hermana y yo? ―preguntó el chico.
―No, mi hermana es mayorcita... ―fue lo único que aclaré.
A lo lejos vi como un profesor llamaba a la puerta de mi habitación. Precisamente aquel día tenían que hacer una redada para comprobar que no había chicas ahí o que ningún chico se hubiera colado en las habitaciones. No sabía si preocuparme o echarme a reír. Decidí jugar un poco con eso.
―Espera un momento aquí ―le dije a Eloy, dejándolo en una esquina que conducía a otro pasillo con habitaciones de chicos.
Caminé a paso firme hacia la puerta de mi habitación, haciéndome a un lado cuando Enzo abrió la puerta.
―Buenos días, ¿qué desea? ―preguntó con amabilidad, sin abrir de par en par la puerta.
―Buenos días, Erick. Inspección de habitaciones, ¿dónde está tu compañero?
―Ehm, pues.... ―Enzo se pasó una mano por el pelo mientras, seguramente, buscaba una buena excusa para que no me echasen el haber podido pasar la noche fuera de la habitación.
Aunque aquello podía ser chocante, porque ya había gente fuera de las habitaciones y rondando el internado, sin embargo, era inevitable que el chico estuviera nervioso.
―Está dur... No, hoy ha salido temprano de la habitación, a estas horas no es tan extraño ―dijo con una afable sonrisa.
―No parecía que eso fueses a decir hace unos segundos ―dijo el hombre pensativo, momento en el que decidí intervenir, tocándole el hombro.
―Disculpa, José, pero necesito entrar a mi habitación a por unas cosas, ¿podría apartarse un momento?
Tanto el hombre como Enzo se llevaron un pequeño sobresalto.
―Sí, claro... ―dijo apartándose―. Que tengáis un buen día ―dicho esto se marchó a llamar a la habitación de al lado.
Cerré la puerta y apoyé la cabeza contra la puerta.
―¿Dónde está mi hermano? Creí que vendrías con él y me asusté cuando José llamó a la puerta.
Cuando noté su mano sobre mi hombro la aparté de un manotazo.
―Cuando se aleje un poco le avisaré de que puede entrar, ¿o quieres que os pillen?
No solo estaba enfadado por mi hermana, sabía que no podía seguir engañándome. También sentía que habían jugado conmigo. Me había sentido mal creyendo que empezaba a sentir algo por la misma persona que mi hermana y encima la noche anterior me había dejado llevar por el sentimiento reconfortarte que el chico que tenía frente a mí me había hecho sentir en aquellos momentos, recordando los mensajes que me había intercambiado con él. Eso era otra, aunque el día de antes me había escrito estando allí en la habitación, era de imaginar que en otras ocasiones era el otro hermano el que escribía. Y ambos riéndose de mi hermana.
Tragué varias veces saliva, obligándome a ser fuerte y no mostrar una pizca de debilidad ante el ser que había ante mí. No iba a mostrar ninguna lágrima, no le iba a conceder esa satisfacción.
―Déjame explicart.... ―intentó pedirme pero giré la cabeza ignorándole.
Aproveché para posar la oreja en la puerta y escuchar como José iba avanzando por el pasillo. Abrí una rendija de la puerta para comprobar a qué distancia se encontraba y salí al pasillo.
―Vamos ―dije mirando a Eloy y tirando un poco de la manga de su camiseta.
El chico asintió y caminó siguiéndome hasta llegar a la habitación, donde nos esperaba su gemelo.
―¿Qué haces aquí? ―Eloy se llevó una mano al pecho mientras miraba a su hermano y luego a mí.
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¡Hola! Ya está aquí el nuevo capítulo.
¡Misterio resuelto! ¡Son dos gemelos! El título de la historia cobra sentido: dos y dos igual a dos.
¿Cómo os ha parecido la manera en la que lo ha resuelto Simón? ¿Qué pasará ahora?
¡Me encantaría leer vuestros comentarios!
Tengo una noticia: ¡la obra en World está terminada! O prácticamente, no estoy segura de si añadiré algo más. Ya comenté que esta historia surge de un relato para un concurso donde finalmente no envíe esta historia ni la terminé. Así que no deja de ser una historia bastante corta, hay capítulos "más largos" y otros muy cortos.
¡Nos leemos en el próximo capítulo!
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Dos y dos igual a dos
Teen FictionSimone, una adolescente en su último año de instituto, siempre tuvo un arma infalible con la que convencer a su hermano mellizo. Así fue como ambos hermanos se embarcaron en una aventura en la que Simón tendría que ayudarla a conquistar al chico de...