UNA SONRISA EN SUS OJOS:

Capítulo #11: ¿Kang?:

Esta vez sí he metido mucho la pata. Y las tuyas están dentro de un tazón –río viendo a Ggomo comer frente a mí en la ventana hasta quedar sin aliento y manchar sus bigotes–. Es bueno ver que uno de los dos no tiene problemas con los que lidiar.

Son más de las nueve de la noche y yo aún sigo sin hablar con las chicas... y con Tae. La culpa me está matando lentamente. Pero la única solución que encuentro es atribuir mis errores a las personas que me rodean. Me justifico con que: "Es injusto, y siento que están siendo realmente egoístas conmigo".

... ¿Qué dices?... ¿Crees que deba salir? –Pregunto con los ojos puestos en la ventana, viendo a la luna. Entonces acarício la diminuta cabeza de Ggomo esperando una, respuesta inexistente por su parte.

Al final termino respondiendo yo sola a mi pregunta. Salto dentro de mi habitación y agarro del armario el primer vestido que se cruza entre mis dedos. Esperaba que fuera una cazadora o quizás un mono, pero resulta que me encontré con un vestido negro ajustado y descubierto, al que me adapto por simple pereza.

[...]

¿A dónde voy?; no tengo ni idea. En mi cabeza hay una brújula y mis pies funcionan como tal. Camino largos minutos sin rumbo hasta encontrar un bar algo lejos de casa. Un sitio que llama mi atención por lo simple y a la vez hermoso que luce.

–Buenas noches señorita. ¿Qué puedo servirle? El barman se muestra cortés conmigo. Bastante. Y en poco tiempo, me siento más a gusto y segura.

Ahm... Whisky –expongo animada y el señor asiente. No estoy de humor para bebidas suaves, ya que tengo muchos problemas que ahogar en alcohol.

Me entretengo observando los dos cubos de hielo y el whisky callendo dentro de la copa, así como las luces reflejadas en esta. Todo parece tan, pacífico, tan... parsimonioso. Además Lyn suena en una radio a mi lado, así que la nostalgia no está ausente sobre toda esta situación.

–... Aquí tiene señorita...

–Gracias. –El barman me sonríe e inmediatamente regresa a sus labores.

El lugar no está lo que se dice... aglomerado de gente. Solo las necesarias. Una mujer llorando en silencio. Un señor de traje que se aferra a su maletín; quizás por un despido o un problema empresarial. Un chico que no se desprende de su teléfono celular.

¿Qué tienen todas estas personas en común? Tristeza, ira, confusión. Todos sienten ese desgarrador sentimiento al menos una vez en la vida. Algunos, lo resuelven... con el tiempo. Otros –como una servidora–; buscan la cura irremediablemente en el alcohol.

... Hola, hermosa señorita... –La ambigua voz de aquel chico que no parecía conocer otro mundo además de su móvil, intercepta mis pensamientos–. ¿Puedo sentarme con usted? Inquiere señalando la silla a mi lado, e inmediatamente reconozco esa voz. Al alzar mi cabeza buscando su rostro lo confirmo, y me aferro a mi silla para no caer de bruces al suelo. –... Hola Wheein...

Todos tenemos una persona, de la que nos hemos enamorado por primera vez.

La mía se encuentra aquí presente ahora, y su nombre es Do Kang Seok.

Cuando lo conocí parecía el tipo ideal de cualquier chica. Era pelinegro, alto... guapo; tímido pero cariñoso, inquieto e inteligente, valiente... pero también sentía miedo. Ahora, parece todo lo contrario. Su cabello es rubio, su personalidad es incierta y su mirada es pecaminosa e inquietante.

–... ¿Kang?... ¿Qué estás haciendo aquí?

Bueno... en realidad estaba llamándote hace un rato –afirma agitando su móvil frente a mis ojos–. Debí considerar que cambiarías tu número, es lo más obvio después de que tú y yo...

Sabías que estaba aquí... –Le interrumpo. No tengo ningún interés en escuchar el final de esa frase. –¿No será que... ¿Acaso me estás siguiendo Kang? –Inquiero con el ceño fruncido y el mencionado ríe maliciosamente. –Entonces es verdad... –musito–. ¡Me estás siguiendo, maldito psicópata!

–El punto es... –comienza, sentándose a mi lado, acercando su rostro al mío–; que he vuelto Wheein. Eso es lo único que importa.

Continuará...