Epílogo: Luna

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—... Y esa es la extraordinaria, aunque excesivamente dulce, historia de amor de tus padres. — Terminó Giulia.    
        
—¡¿Eso es todo?! — Exclamó su ahijada. —. ¿Y qué pasó con los mellizos? ¿Cuándo se casaron mis padres? ¿Cuándo te casaste tú?

Giulia levantó una mano para detener el bombardeo de preguntas y estiró la otra para jalar con cuidado la mejilla de la pequeña.

—A ver, burbuja, ya te conté toda la historia de tus padres. Y algo me dice que estoy siendo cómplice de un crimen...

—¿Un crimen? — Preguntó la chica, confundida.

Giulia, con los puños en la cintura, asintió con la cabeza.

—¿No se supone que deberías estar cuidando de algunos peces?

Entonces la menor recordó que, en efecto, había escapado de sus labores para poder entrenar para la Copa Portorosso, y terminó  distrayendose durante horas por la interesante historia que su madrina le contó a raíz de su célebre frase: Eres igual a tu padre.

—¡Ah! ¡¡Ah!! ¡Lo olvidé por completo!

Casi volaba por la velocidad con la que salió de la casa.

—¡Te veo en la carrera! — Gritó su madrina por la ventana. —. ¡¡Ana, Louis, más les vale ponerse a entrenar porque quiero ese trofeo en mi repisa!!

—¡Sí, mamá!
          
El verano en Portorosso nunca había estado más tranquilo. Parecía que lo malo del mundo se había esfumado para siempre y en su lugar lo único que quedó fue lo maravilloso del mismo.

Nadando casi tan rápido como sus aletas se lo permitían, la pequeña de escamas rosadas suplicaba para que los peces pajo su cuidado no se hubieran ido del campo de algas en el que los dejó "pastando". Una vuelta más y estaría ahí, supervisando, y haciendo como si nunca se hubiera ido, como si no hubiera puesto en su lugar a una estatua con rocas a la que nombro como: "Smuka"... O eso pensó hasta qué...

—¡Ahh!

Como habría de esperarse, todos los peces se habían esfumado del lugar.

—¡Los peces se fueron! — Exclamó alarmada. —. ¡Los peces se fueron!

Horrorizada por el caos que su pequeña distracción acababa de causar, no tuvo mas remedio que empezar una intensa persecución para poder capturar a los peces cabra. Nadó de aquí para allá tan rápido como podía, los benditos peces no parecían querer darle ningún tipo de ventaja y eso solo lograba aumentar sus ganas de capturarlos a toda costa; las injusticias no estaban permitidas en su hora de trabajo.

Después de una extenuante carrera por todos los alrededores, la chica logró reunir de nuevo a todo el banco diciendo un sinfín de advertencias a cada uno de los problemáticos animales mientras los guiaba de regreso a su hogar. Estaba segura de que, de poder hablar, se defenderían diciendo algo como: «Lo hicimos por diversión, siempre estamos encerrados en ese granero.». y lo peor de todo era que esa excusa sería bastante convincente para ella.

—¡Luna, tus padres están aquí! — Gritó a lo lejos la voz de una mujer.

Luna sintió un enorme alivio. Habría logrado reparar su desastre justo a tiempo.

Suspiró.

—¡Ya voy, abuela! — Respondió la chica, volviéndose por ultima vez hacia los peces cabra dentro del granero. —¡Ni una palabra de esto a nadie! — Murmuró apretando los colmillos y se dispuso a nadar hacia la casa de su abuela.

Al llegar a la entrada, revisó el perímetro a su alrededor un par de veces, como si estuviera esperando alguna clase de emboscada, un ataque a la espalda o algo similar; No había riesgo alguno.

Entró a la casa y vio a sus padres charlando con su abuela. Uno de ellos era tan alto como un poste de luz humano, o al menos así lo veía cuando era más pequeña, robusto, con enormes ojos de color verde brillante y con escamas en todo su cuerpo del color de una uva; mientras que el otro, aunque era notoriamente más bajo, tenía rasgos muchísimo más finos, un cuerpo un poco más esbelto y con escamas de color azul y verde, y, de no ser por la cola, sería idéntico a su abuela.

—Independientemente de lo que pase hoy, esta noche habrá una cena para celebrar la primera participación de los chicos en la Copa Portorosso. — Dijo Luca a su madre cuando esta dejó de expresar lo entusiasmada que estaba por ver a su nieta «destruir» a la competencia.

—Esperamos que puedan venir — Comentó Alberto, dirigiéndose a ambos, y acercándose al oído del esposo de Daniela para susurrarle algo. —. Habrá trenette al pesto.

Pareció que bastó con eso y un alzar de las cejas de Alberto para que Lorenzo quedara totalmente convencido, y sobre todo ansioso, de querer asistir.

—¡Luna!

Luca se percató de la presencia de su hija y se aproximó a ella para saludarla. Alberto no tardó en unirse a su marido y a su hija.

—¿Cómo te fue con los peces? — Inquirió Alberto.

—¿Sigues creyendo que son pan comido? — Cuestionó Luca con una malévola sonrisa.

La menor, avergonzada, negó con la cabeza. Ahora más que nunca entendía la importancia de no volver a retar a su padre a una apuesta.

—Creo que resultó más difícil de lo que pensé...

—¿Por qué crees que te propuse hacerlo? — Se burló su padre. —. Yo más que nadie sé lo aburrido que es cuidar de esos peces. Pero dejando eso de lado, y como ganaste la apuesta, tienes permiso de asistir a la carrera.

—... Y aún si no lo hacías, habrías tenido permiso de ir de todas formas. — Murmuró Alberto, guiñandole un ojo a su hija y evitando la mirada de Luca en el proceso.

—¡¡Gracias!! — Respondió Luna, abrazando como pudo a sus padres y, de paso, también a sus abuelos. —. ¡Voy a competir, qué genial!

—No lo olvides, Luna — Dijo Daniela cuando su nieta se acercó a abrazarla. —, lo más importante de todo es...

—¿Divertirme? — Se adelantó Luna.

—¿Qué? ¡No! — Respondió su abuela. —. ¡Destruir a la competencia!

—¿Esto no te resulta... extrañamente familiar? — Preguntó Alberto, rodeando de los hombros a su esposo.

—Definitivamente sí...

La familia se retiró, dejando la invitación a los abuelos de Luna y comenzaron a nadar hacia una isla no muy lejana.

Ya fuera del agua, los cuerpos de los tres monstruos marinos pasaron de tener escamas de diferentes colores a piel sedosa y cabello castaño. El cabello de Luna, a diferencia del cabello rizado de sus padres, era ondulado y evidentemente más largo que el de ellos.

—Será mejor que te prepares, hija — Le aconsejó Alberto, —. La carrera no es nada sencilla, si no me crees... pregúntale a Luca, él compitió sin un equipo.

—Aunque Alberto tiene razón, tu situación es diferente — Dijo Luca. —. Tú sí cuentas con un equipo y tus compañeros, al igual que tú, son bastante hábiles, así que no tienes nada de qué preocuparte.

Lo menos que Luna sentía en ese momento era preocupación. Después de todo, aunque físicamente se parecía a Luca, ella había enredado el entusiasmo y la competitividad de Alberto.

Dentro de cinco horas ocurriría el evento más grande del pueblo. Dentro de solo cinco horas comenzaría la carrera que marcaría el inicio de una nueva historia... Pero eso ya es un pez de otra pecera.

¿O cómo iba el refrán?...

Amore Mio ᭥ ᭄ LubertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora